Amiguitos, hace poco me dio por comenzar Breaking Bad, una de esas series de los últimos tiempos que ha alcanzado el grado de culto y que nunca me había decidido a ver. Y, además de los múltiples factores positivos que posee y que han acabado enganchándome a ella, una cosa llamó poderosamente mi atención desde el primer momento. Qué feo era el coche del protagonista. Bueno, feo es poco, me parecía repulsivo, contrahecho, asimétrico, como construido a trozos. No tardé en buscar datos sobre él y así me enteré de que era un Pontiac Aztek, un vehículo lleno de soluciones inteligentes y novedosas para la época al que General Motors dio luz verde sin imaginar lo que les esperaba: el mayor fracaso de ventas de su historia. Y como he dicho, feo de cojones.
Sus creadores –con Don Hackworth al frente del proyecto– estaban ilusionados y orgullosos de haber creado para Pontiac un coche como el Aztek, germen de lo que hoy se conoce como exitoso SUV, con refrigeración, suelo deslizante, maletero de fácil acceso, suspensión independiente, tracción total, gran luminosidad y visibilidad, facilidad para retirar los asientos... todo era avanzado a su tiempo. Pero en las encuestas previas a su lanzamiento, la gente contestaba que no lo querría ni regalado. Total, que orgullosos de los logros técnicos, en General Motors comercializaron el Aztek haciendo oídos sordos a los comentarios de los “ignorantes” potenciales compradores que, evidentemente, dieron la espalda al coche.
En resumen, que pese a que en la actualidad existe un club de propietarios contentos de su Aztek –seguramente también existe algún club de conductores del AMC Goblin– la mayoría de los norteamericanos siguen opinando que es horrible y parece que, al igual que ocurrió con el Peugeot de Colombo, el Aztek está llamado a convertirse en un icono de la historia de la televisión.
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