sábado, 5 de marzo de 2016

Lisboa (Parte I)


Amiguitos, no hace ahora ni un mes que tras un montón de años de dilaciones se ha inaugurado parte del trazado de la línea 9 del metro de Barcelona. En realidad se han puesto en funcionamiento dos tramos, uno que conecta la localidad de Santa Coloma con el barrio de Sant Andreu y aporta bien poco y el otro –la verdadera razón de ser de la línea– que conecta L’Hospitalet de Llobregat, la Fira, El Prat de Llobregat y las dos terminales del aeropuerto. En el medio, el tramo que debe atravesar la ciudad de Barcelona y que ni se sabe cuando estará finalizado. Claro que varias de las nuevas estaciones se han dotado de unos acabados de obra vista –es decir, cemento sin cubrir de paneles–, no por una cuestión de diseño sino por falta de dinero. 
Y es que si se ha llegado a este punto ha sido por exigencias de la organización del Mobile World Congress, que si no aún estaríamos esperando. Además, el regalito tiene trampa: es cierto que la infraestructura es del Metro y que uno puede hacer transbordo desde otras líneas a una estación de la nueva, pero para llegar al aeropuerto se debe comprar un billete de 4,50 eur. 

Todo este preámbulo viene al caso porque el pasado fin de semana visité con mi esposa la ciudad de Lisboa y allí sí que existe conexión con el aeropuerto, la línea 1, que cualquiera puede utilizar con el billete normal de 1,40 eur. Aprenda, alcaldesa Colau. Pues bien, que me planté en pleno Baixa –el barrio que podemos considerar el casco antiguo de la capital– y me encontré con edificios en estado ruinoso que daban una imagen de Lisboa entre depauperada y con encanto eufemístico. Sin embargo, mi estancia en la ciudad me mostró como, en efecto, la decadencia de numerosas áreas de la ciudad son patentes pero se está luchando por hacer una renovación respetuosa de las mismas. 
Es decir, que por toda Lisboa se ven tantos edificios semiderruidos como obras de construcción, con especial cuidado en mantener cuantas fachadas sea posible mientras –por completo en muchas ocasiones– se remozan y rehabilitan los interiores. Es la crisis, piltrafillas. Total, que bajando hacia el río tuve una pequeña decepción al encontrarme con el neogótico elevador de Santa Justa rodeado de andamios y telas, en pleno proceso de repintado. Obra de Raoul Mesnier, conecta el desnivel entre la Rua do Ouro y el Largo do Carmo pasando de Baixa al Bairro Alto. La verdad es que pensaba tomar bastantes fotografías de sus detlles por lo que ese era mi único interés en lo que no deja de ser un ascensor. Sin embargo, recomiendo salvar el desnivel a pie, que no cuesta dinero ni casi esfuerzo y proporciona mejores sensaciones. 
Luego, a través del imponente Arco de Rua Augusta, llegué a la Praça do Comércio –el lugar también es conocido como Terreiro do Paço, el patio del palacio, y sus arcadas albergan diversos locales entre los que se cuenta el tradicional café Martinho da Arcada, uno de los preferidos por Fernando Pessoa y donde cené un bife de atum espléndido–, tentado de adentrarme en el Tejo a través del muelle das Colunas
Y con una vista del Ponte 25 de Abril despido esta primera entrada dedicada al repaso en imágenes de mi visita a la capital portuguesa. Espero que os haya gustado, porque quedan unas cuantas.
 

3 comentarios:

  1. ¡Cuántos recuerdos! Me quedo con la foto del primer tranvía. Me ha gustado. A mí el elevador me encantó. A la que no vimos fue a la Justa esa, que yo pensaba que era la ascensorista...

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  2. Difícil quedarse con alguna, si que sabes sacar fotos eh... Muy buenas...

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