domingo, 22 de febrero de 2015

Lorna (1964)


Inauguro mi cita dominical cinematográfica con una nueva cinta del gran Russ Meyer para añadir a la colección. Esta vez os traigo a Lorna, una película producida, dirigida y fotografiada por Russ en la que el realizador californiano se aleja de ese cine nudie de sus comienzos en el que cualquier atisbo de argumento no es más que el vehículo para mostrarnos jovencitas ligeras de ropa retozando ante la cámara. La protagonista es Lorna Maitland –en realidad se llamaba Barbara–, una joven de Glendale que repetiría con Meyer en Mudhoney y Mondo Topless. Debo deciros que, pese a tener al frente del reparto a la tal Lorna –dueña de unos extraordinarios pechos–, esta cinta no es precisamente de esas en las que el protagonismo se lo lleve la delantera de las actrices que intervienen en ella, algo a lo que Meyer nos acostumbró más tarde. El argumento de Lorna nos muestra como, después de que Luther y Jonah se encuentren con una joven que ha bebido demasiado y la sigan a casa –donde el primero intenta violarla y le propina una brutal paliza–, la pareja se dirige a la cabaña junto al río en la que viven Jim y su preciosa esposa Lorna, una voluptuosa rubia de grandes pechos a la que el joven y apuesto Jim –se deja entrever que padece eyaculación precoz– no satisface sexualmente. Se da el caso de que ese día se cumple el primer aniversario de boda, pero Jim no se ha acordado de ello y se despide de Lorna como cada mañana para ir a trabajar con sus dos compañeros a una mina de sal. 


Paralelamente, un convicto ha escapado de prisión y –después de atacar en el río a un pescador al que le quita la ropa– se encuentra con la joven Lorna, que ha ido a tomar un baño. El criminal no tarda en abalanzarse sobre ella con intención de violarla, pero Lorna –que al principio se resiste– acaba rendida en sus brazos. Y no solo eso. Aprovechando la ausencia de su marido, le invita a la cabaña para que se cambie y descanse. Mientras, Jonah y Luther no paran de burlarse de Jim y tomarle el pelo haciéndole ver lo guapa que es su mujer y que seguramente le engaña con otros hombres, sin imaginar que eso es precisamente lo que está ocurriendo y precipitando el temprano regreso de Jim a su hogar. En fin, piltrafillas, una interesante cinta en blanco y negro –no sé si es que Meyer no tenía presupuesto o lo hizo con afán esteticista, pero lo cierto es que repetiría formato en las míticas Motorpsycho y Faster, pussycat! Kill! Kill!– en la que, además de la poca cantidad de carne femenina desnuda que se muestra, lo más original de la obra es que la figura del narrador –por cierto, James Griffith, que también es el guionista del film– no es una voz en off sino que aparece en carne y hueso en medio de las escenas personificado en un predicador. Otro dato para remarcar es que el desagradable Luther no es otro que el compositor Hal Hopper, autor de la canción Lorna que aparece en la banda sonora. Es de Russ Meyer, amiguitos, no os la podéis perder.

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