Inauguro mi cita dominical cinematográfica con una nueva cinta del gran Russ Meyer para añadir a la colección. Esta vez os traigo a Lorna, una película producida, dirigida y fotografiada por Russ en la que el realizador californiano se aleja de ese cine nudie de sus comienzos en el que cualquier atisbo de argumento no es más que el vehículo para mostrarnos jovencitas ligeras de ropa retozando ante la cámara. La protagonista es Lorna Maitland –en realidad se llamaba Barbara–, una joven de Glendale que repetiría con Meyer en Mudhoney y Mondo Topless. Debo deciros que, pese a tener al frente del reparto a la tal Lorna –dueña de unos extraordinarios pechos–, esta cinta no es precisamente de esas en las que el protagonismo se lo lleve la delantera de las actrices que intervienen en ella, algo a lo que Meyer nos acostumbró más tarde. El argumento de Lorna nos muestra como, después de que Luther y Jonah se encuentren con una joven que ha bebido demasiado y la sigan a casa –donde el primero intenta violarla y le propina una brutal paliza–, la pareja se dirige a la cabaña junto al río en la que viven Jim y su preciosa esposa Lorna, una voluptuosa rubia de grandes pechos a la que el joven y apuesto Jim –se deja entrever que padece eyaculación precoz– no satisface sexualmente. Se da el caso de que ese día se cumple el primer aniversario de boda, pero Jim no se ha acordado de ello y se despide de Lorna como cada mañana para ir a trabajar con sus dos compañeros a una mina de sal.
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