domingo, 22 de febrero de 2015

Butifarra con patata horneada y salsa de curry


Piltrafillas, los que me conocéis y seguís mis entradas dedicadas a recetas de comida, ya sabréis que ni soy un estudioso del tema, ni acostumbro a seguir paso a paso las instrucciones indicadas para crear los platos que cocino, ni en lo que se refiere a tempos, ni a cantidades, ni –lo que quizás sea más exasperante para algunos– los ingredientes. Pero es que, para mi, la cocina –además de ser el camino para proporcionarnos el disfrute de la degustación– es un arte basado en la experimentación. De otra manera no hubiese evolucionado desde la presentación tosca del trozo de carne cruda, tibia y de sabor ferroso hasta nuestros días. Total, que para aquellos que quieran repetir los platos que cocino –porque, eso sí, todo cuanto os digo es producto de mi propia experiencia, nada de copiar de otras páginas–, aquí tenéis mis humildes recetas. Si sois de los que buscan ortodoxia, no lo hagáis en este blog: pese a ser un maniático del orden, la cocina es de las pocas cosas en las que no hago ni puto caso de la norma, algo que a veces –todo hay que decirlo– no es precisamente augurio de éxito. 

Hoy os traigo unas Botifarres de ceps –en castellano boleto o fungi porcini en italiano–, con dados de patata horneados y salsa de curry. La verdad es que las butifarras al horno son uno de los platos recurrentes de mis domingos, casi siempre acompañadas por allioli, patatas o berenjenas al horno, o escalivada, o –según temporada- alcachofas fritas. Pero esta vez me ha dado por ser un pelín más creativo. Así pues, le pedí a mi cuñado –que es charcutero– unas butifarras de ceps y decidí dar un giro a su presentación. Aquí va la receta. 

Amiguitos, el mundo de la bechamel esta lleno de variaciones por lo que, realmente, no sé cómo se llama la que yo he hecho. Digamos que se trata de una velouté –o aurora, porque lleva tomate– con cebolla. Pero, vayamos a lo que cuenta. 

Por un lado cortamos las patatas a dados –dos medianas por persona– y las ponemos en un bol con unas gotas de aceite, removiendo bien para que se impregnen. De esta manera, una ligera capa oleosa las cubrirá casi imperceptiblemente y su cocción al horno las dejará un poco crujientes por fuera y blanditas por dentro de una manera mucho más saludable que si las friésemos. Reservamos las patatas y las butifarras, y nos dispondremos a hacer la salsa, que es lo que tiene más trabajo de este plato. En este caso, he cortado en fina juliana dos cebollas grandes y las he sofrito con un poco de aceite y una cayena o bicho. También he rallado fino un diente de ajo y he cortado tres tomates sin piel a dados, añadiendo todo al sofrito junto con un pellizco de sal, dejándolo cocer un rato sin dejar de remover. Mientras, he preparado una bechamel con la mantequilla y la harina, cambiando la leche por caldo de carne. Luego lo he mezclado todo, añadiendo curry en polvo (al gusto, aquí sí que el ojo del buen cubero debe regir vuestra mano), y lo he dejado cocer a fuego lento un rato, sin dejar de remover. 


Cuando ha sido el momento, he puesto las butifarras y los dados de patata al horno primero la patata y después la butifarra, y he calentado la salsa antes de emplatar una butifarra por comensal, las patatas repartidas y un poco de salsa napando mitad y mitad. El resto lo he puesto en una salsera por si a la familia –mis conejillos de Indias– no le gustaba el plato, una precaución que finalmente ha sido innecesaria porque el veredicto ha sido más que favorable. De hecho, me ha sobrado un poco de salsa que he guardado para congelar y utilizar en el futuro. Con un poco de arroz hervido, me servirá de guarnición rápida para cualquier cosa.

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