Amiguitos, este domingo voy a dedicar mis reseñas al cine español. La primera va a ser para una cinta de mediados de los 70, un producto entre simpático y vergonzante dirigido y producido por León Klimovsky con argumento y guión de Jacinto Molina Álvarez, o lo que es lo mismo, Paul Naschy. La película –que tuvo el comercial título de Muerte de un quinqui- estaba protagonizada por figuras del cine hispano de la talla del mencionado Naschy, Frank Braña, Pedro Mari Sánchez o... ¡Carmen Sevilla!, y nos contaba la historia de Marcos, un atracador que tras llevarse un pequeño botín de una joyería del centro de Madrid dejando un reguero de cadáveres tras él, decide huír con las joyas traicionando a sus compañeros de banda. Después de dejar en coma a su novia y matar a dos agentes de la ley, se esconderá de sus perseguidores empleándose como sirviente en casa de un rico matrimonio y su hija adolescente. Debo deciros que la película es mala de cojones, pero bastante distraída, siempre y cuando –claro- nos hagamos a la idea de que vamos a ver una película de serie B. Aún así, para ser sinceros hay que hacer constar que el título es engañoso. Muerte de un quinqui nos remite a ese género tan nuestro del cine quinqui de los 70 y los 80, con exponentes como Perros callejeros, Navajeros o Deprisa, deprisa o El pico, cintas protagonizadas por delincuentes juveniles. Sin embargo, en esta que nos ocupa, Naschy ya pasaba de los cuarenta cuando la rodó por lo que la licencia a la hora de titularla fue cuanto menos osada.
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