Piltrafillas, no era mi intención pero os voy a hablar de The conjuring. Creo que incluso había manifestado con anterioridad que no pensaba caer en la trampa promocional de esta cinta que –según todas las críticas habidas y por haber- era el no va más del terror, angustia en estado puro vamos. Pero, por favor, si solo es una más de esas historias de casas encantadas en las que moran espíritus diabólicos. Además, eso de poner en el cartel “del director de Saw e Insidious” me parece tan cutre como cuando en las cassettes recopilatorias que se vendían por Navidad en el Corte Inglés ponían aquella infame pegatina de “Anunciada en TV”. Total, que eso y la frasecita de marras “basada en una historia real” –que me traslada a tardes de película mala en Antena 3- me hacían huír de The conjuring como de la peste. Sin embargo, mi mujer no le da tantas vueltas a las cosas como yo y se le metío en la cabeza que si decían que la película era buena, tenía que verla. Sin hacerlo, no podía opinar... y tenía ganas de ver una de miedo, que hacía tiempo que no lo hacía. Total, que ayer noche, la familia en pleno nos reunimos ante el televisor, tapados con mantitas y repartidos entre sillón y sofá y apagamos todas las luces de la casa dispuestos a disfrutar –si se terciaba- de esa historia de posesiones.
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