domingo, 17 de junio de 2012

Cabezas de Hidra – Epílogo


"Wie eine Blume sprosst, der Mensch auf und wird gebrochen"
( Job:14,2 )

1

Cuando Pierre llegó a casa, intentó no despertar a sus amigos y, sin tan siquiera desnudarse, se tumbó sobre la cama. Estuvo dos días seguidos durmiendo y despertó justo a tiempo de impedir que sus preocupados compañeros de piso llamasen a una ambulancia. Los meses que siguieron a su extraña indisposición fueron determinantes para su futuro. Pierre conoció personalmente a Jacques Yseult, quien se convirtió en su abogado personal.

Amir regresó a Marsella. Antes, sin embargo, pudo visitar la mansión de Versailles propiedad de Pierre y mear en un retrete burgués. Por cierto, no se sabe si a propósito o no, lo cierto es que meo más fuera que dentro de la taza. Omar, su primo, tuvo que limpiarlo.

Jimmy, Omar y Pierre se trasladaron a vivir a la mansión y se dedicaron a disfrutar de la vida ocupados en sus proyectos artísticos gracias al desahogo económico que la fortuna de Pierre, heredero de todas las posesiones de las familias Labadie y LeBouillet.

2

Cuando Gemma y Shinichiro despertaron, se ducharon y, después de vestirse, con el sueño aun en el cuerpo y sin desayunar, se dirigieron a la comisaría de Sant Blai. Al llegar, aparcaron algo apartados del puesto de Policía para que los agentes no les viesen juntos.

Gemma explicó una historia acerca de una excursión al monte, la visita inesperada de un desconocido que, al parecer conocía a su acompañante, y la explosión que la sacó de su sueño al borde de un lago artificial en los jardines de una mansión deshabitada. Tuvo que acompañar a una pareja de agentes hasta el lugar de los hechos. Allí pudieron constatar la muerte de un abogado parisino y de un individuo joven sin identificar. Un posterior examen de la zona les indicó que se trataba de un ciudadano japonés. Se llamaba Higuchi Shinichiro, pero el resto de sus datos y la fotografía del pasaporte estaban irreconocibles a causa de los daños que el fuego había causado al documento.

Al día siguiente, Shinichiro se desplazó hasta la población de Mataró. Una vez allí, comunicó la pérdida de su documento de identidad. Los agentes de la comisaría le expresaron su extrañeza ante la poca, en realidad nula, concordancia entre sus marcados rasgos orientales y el nombre de Francisco Heredia. Shinichiro rió y les conminó a buscar en el registro del Ayuntamiento de Sant Vicenç la documentación que creyesen necesaria a la vez que les explicaba una perfectamente creíble historia sobre una madre española, soltera y abandonada por un atractivo marino japonés. El libelo funcionó. La comprobación en el registro de natalicios de la población demostraría que la madre de Francisco había dejado en blanco el nombre del progenitor de la criatura.
- Por despecho -comentó Shinichiro a los agentes.

Cuando, una semana más tarde, Shinichiro recogió su nuevo y flamante documento de identidad, había envejecido dos años y se llamaba Francisco Heredia.

3

En Francia, mientras, nadie se explicaba la relación que podía existir entre el fallecido LeBouillet y el misterioso muchacho japonés cuyo cadáver se encontró a poca distancia del suyo y que, por cierto, nadie en su país de origen reclamó.

Tras algunos meses, a través del consulado japonés en Barcelona, la Policía devolvió a los monjes del santuario de Rokuonji una imagen de Buda tallada en jade que se había encontrado en casa de Alejandro Romero.

4

Poco a poco, Pierre recuperó su estado anímico habitual. Más de una vez le habían vuelto a la memoria las palabras de Lilith, y ya era hora de demostrarse a sí mismo que eran equivocadas. Él no estaba muerto. Ciertamente, se había construido un muro alrededor para proteger sus sentimientos, pero quizás era el momento de echarlo abajo.

Esa tarde, rebuscó entre los números de su vieja agenda hasta que encontró el del teléfono que le interesaba. Lo marcó, pero cuando escuchó en el auricular la voz de Silvye, fue incapaz de articular palabra alguna. Un grito de angustia pugnaba por salir desde lo más profundo de su estómago, pero sus cuerdas vocales se negaban a vibrar y Pierre colgó sin decir nada. La herida seguía abierta y el muro continuaba en pie.
Al final, Pierre se resignó a aceptar que podía tener sentimientos, como todo el mundo, pero que no quería compartir sus emociones con el resto de los mortales. Y eso, en el fondo, no le pareció tan malo.



5

Pero toda esta historia ocurrió hace ya algunos años. Hoy, la humanidad ha sufrido algunos cambios. Europa disfruta de una moneda única, en el skyline de Manhattan faltan dos torres y un nuevo pontífice substituye a Karol Wojtila en el sillón de San Pedro.

Gemma acabó sometiéndose a tratamiento psicológico y consiguió erradicar de su mente la extraña sensación de que un ser maligno habitaba en su interior, pudiendo al fin disfrutar de su sexualidad plenamente, sin sentir asco o culpabilidad por ello.

En la actualidad, Gemma y Shinichiro viven muy felices en una casita de la población sevillana de San José de la Rinconada, a poco más de un kilómetro de la capital. En su huida desde Sant Blai, les acompañó un maletín lleno de dinero que les sirvió de ayuda en la colocación de los cimientos de su nueva vida.
Ella trabaja en la escuela pública del municipio y, en ocasiones, realiza estudios medioambientales para la concejalía homónima de la Junta de Andalucía. Shinichiro, o mejor dicho, Francisco, posee un taller de carpintería y ebanistería en el que enseña el oficio de sus ancestros a unos jóvenes y dispuestos aprendices. Los vecinos le llaman cariñosamente "er chino".

La pareja espera con ilusión el nacimiento de su primera hija, y si una cosa tienen clara es el nombre que le pondrán. Se llamará Esperanza.

FIN


El origen y desarrollo de la presente historia ha sido producto de mi imaginación, pura invención. En algunos pasajes, no obstante, ésta ha dejado paso a experiencias personales, más o menos noveladas o tergiversadas, y a ideas que me fueron inspiradas por una serie de lecturas, artículos que en mayor o menor medida enriquecieron mis elucubraciones. Unas veces era la historia misma que se contaba, otras un personaje. En ocasiones, incluso, el detonante de un nuevo capítulo podía ser simplemente una de las imágenes que ilustraban dichos artículos. Sea como fuere, y como reconocimiento de la importancia que han tenido en el proceso de gestación y alumbramiento de mi novela, paso a reseñar algunos :

El "affaire" Stavisky, de A. Martínez Tomás.
El drama cátaro, de Daniel Rops.
El misterioso caso de la Princesa de Éboli, de Lola Aguado.
La tortura a través de los siglos, de Jacques Mayran.
Landru, el Barba Azul del siglo XX, de Antonio Padilla.
Los Agotes : una raza extraña en el Pirineo vasco-navarro, de Vicente Talón.
Los kamikaze : última baza del Japón, de Pierre Clostermann.
Mata Hari en Madrid, de D. Pastor Petit.
Quién es Fidel Castro, de Arthur Conte.
Raquel Meller : entre el mito y la historia, de Lola Aguado.

Ignoro si esta novela os ha gustado más que la anterior –Richardus- o si la habéis leído muchos de los que me seguís. Exceptuando un par de piltrafillas –ellos saben quienes son- a los que agradezco mucho que hayan perdido unos minutos leyéndola o incluso comentándola, la verdad es que he tenido poco o nulo feedback. Aún así, aunque quizás no le importe a nadie, debo explicar que el génesis de esta historia se encuentra en 1995 –razón por la que los modelos de coche nos parecen obsoletos hoy en día y, por ejemplo, no aparece ni un teléfono móvil- y que hasta diez años después, tras escribirla y reescribirla varias veces, no me decidí por darla por terminada. Por supuesto no soy un escritor, y eso se nota en la manera de plasmar en palabras mis ideas. Sin embargo, al igual que publico entradas en este blog principalmente por y para mi, porque me gusta, de la misma manera hubo un tiempo en el que sentí la necesidad de pasar al papel una serie de historias que rondaban mi mente. Ahora estamos en 2012, he escrito dos novelas –la mencionada Richardus y esta Cabezas de Hidra-, han aparecido ambas por entregas en este espacio y durante unos años incluso estuvieron publicadas en Bubok.com al increíble precio de 0,00 euros y la verdad es que como amateur me siento satisfecho de lo conseguido.
A partir de ahora seguiré con mis fotógrafos, mis pintores, mi cine y mis chorradas y dejaré aparcada la literatura, al menos la de mi autoría. Aunque, quien sabe, a veces pienso que estaría bien formar una base de colaboradores y escribir algo al alimón.

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