Piltrafillas, las últimas semanas han sido poco proclives para el disfrute de cine al tenerme ocupado en otros menesteres. Sin embargo, para inaugurar este 2012 os traigo hoy tres reseñas que versarán sobre otras tantas cintas que he tenido ocasión de ver e incluso –aunque no es el caso de todas ellas- disfrutar. Y voy a empezar con Cartas de amor a una monja portuguesa, una producción helvético-germana dirigida por nuestro Jess Franco a mediados de los 70 que se inicia con una joven pareja retozando castamente por el bosque –la cosa no pasa de un par de besos y unas risas- que se verá interrumpida por la presencia de un sacerdote. Evidentemente, las razones del reverendo no son precisamente piadosas y después de reprender a la madre de la chica –una humilde lavandera- por su dejadez a la hora de educarla, le indica que la única manera de salvar a la joven del fuego eterno es internarla a su cuidado en un convento. Por supuesto, una vez María comience su vida como novicia conoceremos la naturaleza del párroco, un degenerado que se excita con las confesiones más íntimas de la joven así como al resto de sus compañeras comandadas por una abadesa que en realidad es una sacerdotisa que adora a Satán y cree que el demonio la visita para satisfacerla sexualmente tomando la forma del padre Vicente. Mientras, la joven María tiene sueños en los que el sufrimiento infligido por torturas –sin duda, fruto del sentimiento de culpa- se mezcla con imágenes en las que su novio acaricia su cuerpo. Cuando ya no puede soportar las vejaciones ni el ambiente opresivo que impregna el convento, la desdichada intenta escapar para contárselo todo al alcalde de la población cercana, quien la traiciona y devuelve con la abadesa. Esta y el párroco la acusarán entonces de satanismo ante la Inquisición para evitar que les delate.
En fin amiguitos, que Cartas de amor a una monja portuguesa es una película de serie B en la que hay críticas al clericalismo de doble cara –esos curas que pretendidamente defienden la virtud corrompiendo a monjas casi infantiles- y se nos regalan algunas escenas eróticas basadas en el sadomasoquismo -mostrando el castigo y el dolor como supuesta vía de purificación contra el deseo sexual- o relaciones de tinte lésbico tan habituales en este tipo de cintas. No faltan violaciones, aquelarres, torturas y –por supuesto- la figura del caballero liberador que finalmente rescatará a la atormentada protagonista. En resumen, un típico producto de nunsploitaion softcore con el sello del inconfundible Jesús Franco, ameno y de factura más que aceptable –tanto en las localizaciones como en la música y el diseño de producción-, que quizás no sea uno de los trabajos más logrados del madrileño pero que seguramente hará las delicias de los completistas de su obra. Además, aunque las interpretaciones en general no sean nada del otro mundo, la cuidada ambientación y que acabe como un cuento de los de antes la hacen muy atractiva.
Ves cada cosa que me quedo tieso,jaja, freaking-piltrafilla te voy a llamar, jaja.
ResponderEliminar¿De qué se extraña?, la comunidad de los piltrafillas es el asilo de los freaks... y yo su líder, je je je. Déjese llevar.
ResponderEliminarSiempre a sus pies, excelencia, pero permítame decirle que esa cubana monjil clama al cielo, jaja. Nada, nada, usted a lo suyo que ya nos pasaremos por aquí para ir comprobando la OBRA.
ResponderEliminaro_O
ResponderEliminarAnonadito perdido estoy de haber visto lo que ve...
o_O