UAB

Piltrafillas, hace ya algunos años, muuuchos años en realidad, yo quería estudiar Bellas Artes. Sin embargo, como al parecer –eso me dijo mi profesora de dibujo- aún disfrutando de talento y facilidad para la pintura no tendría demasiado futuro de no contar con un padrino galerista, me dio por escoger Medicina y Biología como principales opciones para después del COU, nada raro si pensamos que estudiaba ciencias, la sangre no me asustaba y me sabía de memoria la composición de la célula y el funcionamiento de las mitocondrias. Pero finalmente amiguitos –puto numerus clausus de los cojones- me matriculé en Ingeniería Informática. ¿Os preguntáis el porqué? Por las niñas.

Hoy he desenpolvado algunas fotos antiguas y me he encontrado con esta de la Angelines de Sabadell, una compañera de primer curso algo depresiva pero muy cordial con la que pasé algunos buenos momentos en la UAB de Bellaterra. Claro que en aquellos tiempos en que internet no existía, usábamos unas cosas que se llamaban floppy disc y los monitores monocromo reinaban sobre la Tierra debo deciros que encontraba mucho más interesante jugar a los dados en la cantina, atiborrarme de Martini Bianco y hacer vida social en los pasillos de la facultad que atendiendo a la teoría de grafos, las integrales definidas o la física de los choques elásticos. Esa fue la razón por la que cinco cursos más tarde –sin pasar de segundo, claro- perdí de vista a la Angelines y a sus ojos tristes... y me puse a trabajar en una entidad bancaria de la que –tras varios años pasando por diversos departamentos en uno de los cuales fui reemplazado por unos robots canadienses- acabé inscribiéndome en el INEM antes de encontrar la empresa en la que llevo ya la friolera de 21 años (los hará a mediados de Marzo), un agujero infame en el que un buen día conocí a la que se convirtió en mi mujer. Sólo por eso valió la pena caer ahí. Y ya véis amiguitos, todavía no he sido capaz de huír. Claro que, con la que está cayendo... virgencita, que me quede como estoy.