domingo, 1 de mayo de 2011

Biutiful


La segunda película del fin de semana ha sido Biutiful, una cinta a la que tenía ganas. Os diré que no vi Vicky Cristina Barcelona por dos razones de lo más subjetivo. La una es que hace tiempo que no veo películas de Woody Allen -no me preguntéis la razón, dejó de interesarme- y la segunda es que me sonaba falsa esa localización de postal a golpe de talón, ese apaño tipo “oiga señor Allen, le damos unos dineros y rueda la película en nuestra ciudad y la enseña al mundo para que vengan turistas”. Por eso –con razón o sin- huí de ella como de la peste y me fie de los comentarios de espectadores que tras verla hacían juicios parejos a los míos, señal de que no hacía falta pasar por taquilla para darse cuenta de que uno no quería ser engañado. Que engañen a los yankees y vengan en manada al Park Güell, pensé. Sin embargo, porque casi siempre he disfrutado con las interpretaciones extremas de Javier Bardem, a quien no vamos a descubrir ahora amiguitos, tenía muchas ganas de ver Biutiful. Y mira que me avisaron de que no era lo que parecía, pero esta vez no hice caso a las voces críticas. Será que no estaban en la onda de lo que yo presuponía. Total que este sábado he visto la última de González Iñárritu, realizador mexicano que no estrenaba nueva obra desde Babel allá por 2006.


Y sí amiguitos, ya sé que de Barcelonas hay muchas y que bajo el oropel están las alcantarillas y que además de la ciudad que vemos día a día a la luz del sol hay una oculta, encerrada, hermética, anónima y triste. Pero amiguitos, esto es demasiado, ¡que no hablamos de Calcuta o Nairobi, coño! La película –resumiendo, porque tiene casi dos horas y media de metraje- cuenta la historia de Uxbal, personaje marginado, gravemente enfermo, que subsiste trapicheando, malvive en un cuchitril con sus dos hijos pequeños –de los que tiene la custodia- y tiene un don que le permite ver a los espíritus. Y mientras se nos cuenta la lucha de Uxbal por sobrevivir, el realizador nos va bombardeando con la corrupción y las injusticias de nuestra sociedad, magnificando las miserias y empachándonos con ellas cometiendo el error –desde mi punto de vista- de hacerlo con una fotografía preciosa, muy bonita y cuidada –de tonos fríos-, como si quisiera sacar belleza de un basurero que no tiene nada de agradable. Yo hubiese utilizado una fotografía más cruda y cálida, pero bueno, yo no tengo estudios de cine así que no me hagáis demasiado caso. Además, el planteamiento es bastante plano. Es decir, que toca muchos temas perono profundiza en ninguno. Claro está que tampoco se cuenta ninguna mentira -no soy ciego, llevo más de cuarenta años viviendo en mi ciudad y no hay barrio por el que no haya pasado-, y lo que se ve en Biutiful es cierto, pero seguro que ocurre también en Madrid, Sevilla o Valencia, por ejemplo. Lo que pasa es que nuestro cerebro tiende a ensimismarse con la belleza y a rechazar la fealdad, por lo que –cuando se agobia al espectador con tanta negatividad- lo que se consigue es saturarle. El trabajo de Bardem –en su línea- es impecable, y aunque creo que tampoco es para tirar cohetes, es lo único –además de la fotografía- que vale la pena en esta cinta vacía que se sustenta en el actor en vez de en el argumento. Aún así, a mi no me ha desagradado del todo, pero si la véis no lo hagáis un día en el que vuestro ánimo tienda a depresivo porque no saldréis del bache en semanas. No sé, quizás si hubiese durado menos hubiese ganado algunos puntos. Total, que si sois fanáticos de Iñárritu o Bardem sin nada que hacer una tarde de sábado durante más de dos horas o si queréis sumiros en la tristeza más absoluta, decidíos por esta película. En cualquier otro caso, -sobre todo si estáis enfermos o deprimidos- dejadlo estar.

4 comentarios:

  1. Yo la ví y salí muy deprimido. La película me gustó mucho, pero es demasiado triste.

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  2. Bueno, pero aún así le gusto. Pues eso que se llevó.

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  3. Igual que Nexus, no me apetece verla, no deseo más depres en mi vida.
    Paso, con el permiso y la educación debidas

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