sábado, 23 de mayo de 2009

Killer Pussy





Y bueno piltrafillas, después de ver una obra tan poco destacable como la que os he comentado del Tío Jess, me dije que –ya que tenía el cebrebro dormido- lo mejor era programarme una nueva cinta con bajas pretensiones artísticas y alto nivel de frikismo. Así que, dicho y hecho, me dispuse a disfrutar de Killer Pussy –para quien no lo sepa, en español podría traducirse como coñito asesino- acompañado de mi acostumbrada copa de ron añejo que, por cierto, se me ha acabado. No sé si recordaréis una entrada que le dediqué al mito de la vagina dentata o una crítica de hace tiempo sobre una película titulada Teeth muy relacionada con todo ello. Si es así no os sorprenderá el tema que la cinta de la que os hablo ahora trata, aunque lo haga de una manera desmesurada y violenta. Porque sí piltrafillas, es cierto que las visiones o representaciones de sexos femeninos dentados forman parte de varias culturas desde tiempos inmemoriales, pero utilizar ese concepto para contarnos como un parásito dentado se instala en la vagina de una mujer obligándola a atraer a cuantos hombres y mujeres pueda con sus encantos para zampárselos y reproducirse es, cuanto menos, poco serio. Si las imágenes son puro gore, entonces ya está claro que nos encontramos ante una cinta que hace honor a la fecha en la que nos encontramos. Y es que no hay que olvidar amiguitos que el próximo lunes se celebra un año más el día del orgullo friki.




Al inicio de la película vemos como un grupo de exploradores camina por la jungla. Por cierto, no sé si se trata de una broma o de un ejemplo manifiesto de la (in)cultura del realizador, pero en pantalla aparece un mapa en el que se ubica el río Amazonas en Botswana, país que se encuentra al sur del continente africano. Dejo a vuestro juicio la respuesta. Pues bien, los exploradores –un hombre, una mujer y una especie de Cocodrilo Dundee nipón con cazamariposas- encuentran un extraño especimen en el río. No tarda en aparecer un tipo disfrazado de chamán con rasgos japoneses que, al parecer –y digo que lo parece porque la versión que he visto es la original japonesa, recordad que soy friki- está muy enfadado porque quieren llevarse de allí a la criatura. Y entonces ocurre lo que tenía que pasar. Para que el aborígen no abra la caja de porexpan en la que los científicos guardan al bicho, la inconsciente de la chica se sienta sobre la tapa y es precisamente eso lo que aprovecha el parásito para agujerear la tapa y entrar -¿adivináis por dónde?- en el cuerpo de la incauta. La pesadilla, amiguitos, no ha hecho más que empezar.
Ya en Japón, el realizador Takao Nakano –autor de perlas como Sumo Vixens- nos mostrará como este suceso afecta a un grupo de amigos que han ido pasar un día de excursión a la montaña –preparadísimas ellas, con sus zapatitos de tacón y sus shorts- y a los que se les estropea la furgoneta. Cuando el grupo decide guarecerse en una instalación abandonada para pasar la noche, entrará inesperadamente en contancto con una extraña mujer que no es otra que la exploradora del principio, portadora del parásito que ahora –con cuerpos frescos a su alcance- no tardará en cambiar de huésped. En resumen, un poquito de softporn, un poquito de escenas desagradables, sangre, flujo... y tantas tetas como en una cinta de Russ Meyer. En definitiva piltrafillas, una película distraída, amena y bastante decente recomendada para los amantes del cine gore japonés de bajo presupuesto. A mi me gustó.

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