viernes, 6 de junio de 2025

Iron Maiden - Iron Maiden (EMI, 1980)


Si no hace mucho os hablé del primer álbum de Van Halen o del debut en solitario de Ozzy Osbourne, hoy toca traer al blog el primer elepé de los imprescindibles –todos en pie, por favor– Iron Maiden, este igualmente titulado Iron Maiden que acaba de cumplir cuarenta y cinco añitos. Ahí es na. Y, como siempre, cuando presento a un artista o banda y aún más si se trata de su primera obra, toca resumir sus orígenes. Los de la doncella se remontan a principios de los 70, cuando un adolescente del norte de Waltham Forest tan enamorado del fútbol como de la música de Genesis que responde al nombre de Steve Harris decide comprarse un bajo y acaba tocando con amigos hasta crear una banda llamada Influence que no tarda en cambiar su nombre a Gypsy’s Kiss y que pese a ganar un concurso de talentos, no tarda en desaparecer. Entonces, Harris entra en Smiler, cuyos miembros son bastante más mayores que él y que pronto le dejan claro que no están por la labor de dejarle contribuir en la composición del repertorio del grupo. Es el empujón que el chaval necesita para seguir su propio camino. Así es como nace Iron Maiden a finales de 1975, con Harris al bajo, Terry Rance y Paul Sullivan a las guitarras y Paul Day a las voces, que es rápidamente reemplazado por Dennis Wilcock, quien recomienda como guitarrista a un tal Dave Murray, lo que provoca que Rance y Sullivan se marchen ofendidos y propicia la contratación de Bob D’Angelo como segunda guitarrista, completándose la formación con Ron Rebel a la batería. Lo podéis volver a leer si no os ha quedado claro. 
 

Con ese line up, Iron Maiden tocan en diversos pubs del East End londinense... hasta que Bob se marcha y Dennis despide a Murray, quien se va a Urchin con su amigo Adrian Smith, quizás os suene. Terry Wapram es contratado entonces como guitarrista –lo de las dos guitarras queda archivado de momento– y entra en la formación Tony Moore a los teclados. Rebel no lo puede soportar y pone pies en polvorosa, siendo reemplazado por Barry Purkis –exacto, el más tarde Thunderstick de Samson, de quienes os hablé aquí– dando como resultado un grupo que... definitivamente no funciona demasiado bien. Harris echa a Moore, Wapram se marcha porque a él sí le gustaban los teclados y Murray regresa a la formación, por lo que un cabreado Wilcock abandona al grupo y es seguido por Purkis. Con la banda bajo mínimos, Harris recluta para la batería a Doug Sampson y a Paul Di’Anno como vocalista y en 1977 toma forma la enésima encarnación de Iron Maiden –yo ya he perdido la cuenta–, que lucha por labrarse un futuro en medio de un panorama desalentador en el que las discográficas sólo parecen interesadas en bandas de New Wave o Punk
 

Tendrán que esperar hasta finales de 1978 para que la situación mejore y, con el objetivo de mover por la escena sus canciones, graban cerca de Cambridge en la noche de fin de año una demo con Prowler, Invasion, Strange world y Iron Maiden. Eran tan pobres que no pudieron ni comprar el master y cuando consiguieron el dinero y volvieron al estudio para llevárselo, se había echado a perder. Lejos de tirar la toalla, Dave Murray le dio su propia copia de cassette de la sesión de grabación sin pulir ni mezclar a Neal Kay, un disc jockey de Kingsbury que organizaba con gran éxito unas noches de hard rock en The Soundhouse, un local junto al pub Bandwagon. Pronto vio que cuando ponía la cinta de Maiden la gente enloquecía por lo que no tardó en llevarse al grupo, que por entonces tocaba en el Ruskin Arms, para que tocasen en su sala. Allí llamaron la atención de Rod Smallwood, que se ofreció para ser su manager y les consiguió numerosas actuaciones, no sólo en la zona de Londres. Iron Maiden habían dejado de ser un grupo local y estaban consiguiendo cada vez más seguidores. A esas alturas, por la banda ya habían pasado a la guitarra Paul Cairns, Paul Todd y ahora era un tal Tony Parsons quien acompañaba a Dave Murray
 


Corría el mes de octubre de 1979 cuando en un concierto en el Marquee el sueño de Harris se hizo realidad: John Darnley de EMI había quedado impresionado por su actuación y quería ficharles. La New Wawe of British Heavy Metal había nacido meses atrás por obra y gracia del periodista Geoff Burton y Iron Maiden iban a convertirse en unos de sus abanderados... aunque antes iban a sufrir un nuevo cambio de formación. En las navidades, Sampson se marcha por problemas de salud –por ello es el único exmiembro al que se menciona en la lista de agradecimientos de la contraportada del álbum que os presento– y Parsons es despedido, siendo reemplazados respectivamente por Clive Burr y Dennis Stratton. Y así es como finalmente llegamos al disco al que dedico la entrada de hoy y que –como sería habitual durante décadas– vería la luz con una portada de Derek Riggs, con el eterno Eddie como protagonista y que fue pretendidamente producido en los Kingsway studios por Will Malone aunque Harris afirma que este nunca se sintió verdaderamente interesado en el álbum y dejó bastante libertad a la banda para que se hiciese cargo de la mayor parte del proyecto. 
 



El disco tiene un inicio inmejorable –al menos para los que estamos más que acostumbrados a este– con Prowler, un heavy metal de manual con diversos cambios de ritmo y una historia sobre un acosador. Le sigue la estupenda Remember tomorrow, de inicio pausado, con atisbos enérgicos pero vestida con delicados punteos y una interpretación vocal emotiva, hasta que desemboca en un interludio lleno de fuerza con unas guitarras aceradas antes de regresar de nuevo a la delicadeza de ligera inspiración prog... que finaliza con una nueva descarga de energía. Un temazo que coescribió Di’Anno y que durante décadas contó que se inspiraba en su abuelo enfermo hasta que, pasados los años, reconoció que sólo el título tenía relación con unas palabras que aquel había pronunciado en una ocasión. A saber. Luego le toca a Running free, la segunda en la que Di’Anno escribió la letra y que al parecer esta vez sí está inspirada en sus años de adolescencia. La encuentro una mezcla de glam rock y post punk, con ese ritmo repetitivo de batería que me recuerda a una mezcla de The Sweet con Adam and the Ants, arropado por unas dobles guitarras en la mejor tradición thinlizzyana. Y finaliza la cara con la estupendísima Phantom of the opera, abiertamente prog, con magníficos solos y coros y numerosos cambios de ritmo. 
 



La cara B comienza con Transylvania, una instrumental con enorme presencia de guitarras que se enlaza con Strange world, otro temazo –mi segunda preferida del álbum junto con Phantom of the opera– que se atribuye a Steve Harris mientras Paul Day, el vocalista de los primerizos Iron Maiden, siempre aseguró que era coautor de la canción. Tiene unas guitarras sublimes y una atmósfera lisérgica y cálida a lo Whale & wasp de los Alice in chains, con ese sopor envolvente que no es de extrañar ya que en algunos foros se comenta que el tema habla sobre la heroína. Claro que en otros espacios se hace referencia a que la verdadera temática es el vampirismo. Le sigue la más rápida Charlotte the harlot, escrita por Dave Murray y la única del disco en la que Harris no participó en su composición –aunque también aquí encontramos controversia ya que Dennis Wilcock, segundo vocalista de la banda y la persona que propició el fichaje de Murray, también parece que tuvo algo que ver– con ramalazos que me evocan un folk rock vitaminado y con una parte central emotiva y llena de sentimiento. Un clásico, vaya. Y finaliza el vinilo con Iron Maiden, el himno, con sus líneas de batería machaconas donde advierto de nuevo inspiración thinlizzyana junto a pinceladas prog y un espíritu algo punkarra, sobre todo atribuible al carismático aunque limitado timbre vocal Di’Anno
 

Bonus track:
En mi copia no aparece, ya que se añadió en reediciones posteriores, pero el segundo single que se editó de este Iron Maiden fue Sanctuary –original de Bob D’Angelo, que vendió sus derechos– y que pese a no aparecer en el disco original llegó a las tiendas casi al mismo tiempo como parte del recopilatorio Metal for muthas
 

Y eso es todo. Tras la edición del álbum y después de una gira teloneando a KISS, Dennis Stratton vio que no encajaba demasiado en la banda y se marchó dejando el camino libre para Adrian Smith, que venía de Urchin, por donde había pasado Murray años atrás. Pero esa es ya otra historia que, por cierto, os conté por aquí
 
¡Feliz viernes! 
@KingPiltrafilla
 
Entrada publicada simultáneamente en ffvinilo.blogspot.com 

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