Hoy os traigo al coruñés Amando de Ossorio, un realizador del que ya os he comentado en el pasado alguna de sus obras y del que esta vez os quiero traer la titulada La endemoniada. Si os digo que trata de una niña poseída por un ente demoníaco que habla raro y se enfrenta a un sacerdote, claramente os recordará al argumento de El exorcista. Y tendréis toda la razón porque, si hay una película que está rodada a rebufo de la de Friedkin es esta que me ocupa, no tanto en lo que respecta a las pantallas españolas, que también –aunque El exorcista se estrenó en España en el mismo 1975–, sino de cara al mercado internacional con el título Demon witch child. Protagonizada por Julián Mateos, la niña Marián Salgado –que por cierto era la que había doblado a Linda Blair en la versión española de El exorcista–, Fernando Sancho, Ángel del Pozo, Kali Hansa o María Kosti en medio de un extenso reparto coral, nos cuenta la historia de la posesión de una inocente niña por parte del espíritu de una anciana adoradora del diablo. La película comienza con esa mujer, una zíngara de aspecto malvado, destrozando el interior de una iglesia. Tras los títulos de crédito, dos hombres discuten sobre el suceso, el Padre John –con un corte de pelo muy karrasiano– y Mr. Barnes, un político a cargo del condado que debe enfrentarse al rapto de un niño en la región. Este último, partidario de la mano dura y sospechando de la anciana y su extraña secta, manda detenerla. La Policía llega a amenazarla con el uso de pentotal sódico, pero ella se inmola lanzándose por una ventana de la comisaría. Una gitana del culto de la anciana jura vengarse y para ello localiza a Susan, la hija del responsable de la detención, a la que regala una especie de amuleto con la talla de un ser cornudo y sospechosa forma fálica. Y gracias a un conjuro, cuando la vieja bruja fallece, su espíritu pasa al cuerpo de la pobre cría que a partir de ese momento se convertirá en una hija de puta, asesina y despiadada que sólo podrá curarse con la ayuda del Padre John, atormentado a su vez desde que su novia se convirtió en prostituta al saber que él iba a entrar en el seminario.
Y no hay más que contar de esta La endemoniada, una película que como ya os he dicho antes, es una clara –no diría copia, porque tiene numerosos elementos que argumentalmente la alejan de la original– interpretación de la historia de Regan MacNeil y el Padre Karras, ambientada al parecer en un condado de Inglaterra. O al menos es lo que se desprende de una escena con jinetes ataviados como participantes en la caza del zorro y nombres como Susan, Helen o Mr. Barnes. Claro que los vehículos que aparecen –he creído ver un par de Cadillac y un Mercedes– tienen el volante a la izquierda, obviando que el personaje interpretado por Fernando Sancho más parece un comisario de Murcia que de Herefordshire. Por otra parte, en el apartado de efectos visuales y de caracterización, la cosa es de traca, con la típica sangre fake, el maquillaje de baratillo de la niña poseída, un asesinato con los golpes tan flojos que es imposible que nadie muera con el cráneo aplastado por ellos o la vergonzosa escena de la niña descendiendo boca abajo por la fachada de su casa, sin que la falda se le dé la vuelta por acción de la gravedad. No obstante, la fotografía me ha gustado y el trabajo de los actores resulta creíble en esta entretenida obra menor de un realizador más que solvente, por lo que no puedo hacer otra cosa que recomendárosla como la surrealista historia de una posesión infernal desde el punto de vista de un gallego y ubicada en... bueno, ni se sabe.
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