La película de hoy es una rareza, una obra ciertamente extraña en la cinematografía del realizador de culto George A. Romero, conocido internacionalmente por títulos como La noche de los muertos vivientes, Amanecer de los muertos o El día de los muertos. Sin embargo, en esta Knightriders –en nuestro país, Los caballeros de la moto– no aparecen zombies ni su argumento tiene nada que ver con el horror. Escrita, montada y dirigida por él mismo y protagonizada por Ed Harris, Tom Savini, Gary Lahti, Amy Ingersoll o Patricia Tallman entre otros –atención al cameo del mismísimo Stephen King–, se trata más de un ejercicio alegórico en el que algunos han querido ver una metáfora del propio Romero y un momento vital en el que a lo mejor sentía como una traición a si mismo el abandonar una total independencia creativa y convertirse en un director de Hollywood, con los pros pero también los contras que eso conlleva. Sea eso cierto o no, la verdad es que el argumento de la cinta no deja de ser muy original.
Cuando en 1981 ya se habían visto bandas de Ángeles del infierno y similares, motoristas nazis, motoristas femeninas, motoristas punks o motoristas apocalípticos, llega George A. Romero y nos trae a una mezcla de los Caballeros de la mesa redonda con saltimbanquis de mercadillo medieval itinerante para mostrarnos las dudas existenciales del King William y los miembros de su nutrida troupe, unos motoristas que organizan justas medievales montados en motocicletas cuando aparece en escena un promotor que les ofrece fama y dinero aunque eso suponga apartarse de esa especie de bushido que el grupo sigue con su líder a la cabeza. En resumen, amor, desengaño, lealtad, traición y espectáculo de yelmos, armaduras y cotas de malla a lomos de corceles sobre ruedas. Por cierto, en el país de las Indian y las Harley-Davidson, no deja de extrañarme que la moto del protagonista sea una Honda CBX de seis cilindros. Lo dicho, Knightriders es una película algo rara pero muy interesante y con interpretaciones más que aceptables que, quizás por ser una nota discordante en la carrera de su realizador, se ha convertido en obra de culto.
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