domingo, 9 de julio de 2023

Indiana Jones y el Dial del destino (2023)


Pues sí, piltrafillas, ayer fui a pasar una tarde-noche de cine full equip –esto es, con palomitas y cena– para contentar a mi esposa, que quería ver en pantalla grande el estreno de la última película de uno de sus ídolos de los 80, Indiana Jones. Bueno, digamos que ella es más de Harrison Ford que del profesor Jones, pero es muy fan de sus películas de aventuras. A mi, la verdad, me gusta la saga. Es cierto que, hasta hace poco no había visto la cuarta entrega, pero los tres títulos clásicos estaban en mi lista de películas que recuerdo con cariño. Aún así, no tenía especial interés en asistir a este epílogo que no contaba con la presencia de su icónico director habitual y que –además de pobres resultados de taquilla– había cosechado críticas dispares. Pero la perspectiva de ir al cine con mi media naranja era atrayente ya que en los últimos tiempos voy más al cine con mi hija que con ella. Así que, me cogí el coche y puse rumbo al centro comercial para ver Indiana Jones y el Dial del destino. Por cierto, que –sin contar el gasto de gasolina–, entre palomitas, entradas, parking y pizzas, la broma salió por más de 60 euros. Pero esa es otra historia. La película, dirigida en esta ocasión por James Mangold, está protagonizada, entre otros, por Harrison Ford, Phoebe Waller-Bridge, Mads Mikkelsen y el joven Ethann Isidore, aunque cuenta con colaboraciones como las de Toby Jones, Antonio Banderas o John Rhys Davies
 

Y más allá del argumento, que nos cuenta cómo el jubilado profesor y arqueólogo Henry Jones se ve envuelto por culpa de su ahijada en la búsqueda de un objeto fabricado por el mismísimo Arquímedes, perseguido por la CIA y un científico nazi, lo que encontramos en esta Indiana Jones y el Dial del destino es una orgía de nostalgia –la media de edad de los espectadores que llenaban la sala ayer era tirando a altita– que no sólo nos remite a las persecuciones, peleas y esa atractiva mezcla de leyenda e historia de entregas pasadas sino a la aparición de algunos personajes recurrentes en la franquicia, como el egipcio Sallah o una imprescindible presencia que –aunque supongo que los fans de la saga imaginaréis– no os desvelaré. Y podría estancarme en que a la película le sobra metraje, que la primera media hora es una interminable escena dominada por el CGI, que algunas persecuciones duran demasiado, que el clímax de la tormenta casi al final –no quiero desvelaros más– me parece que se hubiese podido resolver de otra forma más verosímil... en fin, que podría echar pestes de la película. Sin embargo, Ford está perfecto, el resto de protagonistas también, pasé unas horas entretenido evocando sensaciones vividas en mi juventud y en mi opinión, el resultado ha quedado digno. ¿Que Spielberg hubiese hecho otra cosa?, seguro. ¿Que David Koepp hubiese escrito otra cosa?, por supuesto. ¿Que el resultado hubiese sido mejor?, pues no sé, pero tampoco me importa. Así que, seres viejunos, corred al cine a disfrutar de su aire acondicionado y de la despedida cinematográfica de otro de los personajes de nuestra vida. Indy lo merece.

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