viernes, 12 de mayo de 2023

Heaven – Where angels fear to tread (Columbia Records – 1983)


Hace ahora algún tiempo, en el transcurso de un paseo con mi esposa, a esta se le ocurrió entrar en una tienda para comprar una equipación deportiva para mi hija. No es cuestión de detallar mis fobias, pero una de ellas es entrar en una tienda de ropa o similar y seguir a mi señora mientras rebusca entre estanterías y aparadores. Vamos, lo mismo que le pasa a ella cuando el que entra en una tienda –en mi caso, de discos– soy yo. Así que, en el marco de una entente cordiale que en estos casos acostumbramos a aplicar y aprovechando que estábamos cerca de la calle Tallers –tradicional zona vinílica de Barcelona–, ella se dirigió al establecimiento de ropa y yo al de discos, dispuesto a rebuscar entre cubetas abarrotadas, en pos de algún vinilo de mi laaaarga lista de pendientes. Sin embargo, a no ser que visite alguna feria, cada vez está más difícil conseguir gangas en las tiendas. Lo actual ya ni lo miro –tiene que ser algo muy especial para que me gaste esos dinerales en vinilos nuevos– y en segunda mano hay poca actualización de stock porque no puede entrar material nuevo si antes no ha salido el antiguo. Así que, el objetivo muchas veces ya no es encontrar aquellos vinilos que aún no tengo y faltan en mi colección de deseos sino pillar algo totalmente desconocido a la espera de descubrir una joya oculta, o algo que se le parezca. Total, que mi padre me había dado un dinero por mi cumpleaños y este había ido directo al fondo familiar, es decir, que no me di ni un capricho con él. Por esa razón, la tarde en cuestión decidí comprarme un vinilo, uno solo, aunque únicamente fuese para recordar mi época de veinteañero, cuando cada mes pasaba por la mencionada calle Tallers y aledaños y me hacía con varios vinilos. Qué tiempos. 
 
Pues bien, más de una vez hemos comprado discos por la portada –todos somos culpables de ello, ahora no neguéis la realidad–, sin saber lo que nos encontraríamos dentro de la funda. Pero, como podéis ver, en este caso la portada es un montón de guano por lo que debo admitiros que lo que me llamó la atención fue la contraportada, ese grupo de macarras con panteras como mascotas y la parafernalia habitual de cuero negro, tachas, cadenas y cinturones de balas. Confieso que no era consciente de haber oído hablar de esta gente en la vida, pero vamos, lo que tenía claro es que al disco-pop no se dedicaban. Y la verdad es que, al buscar datos para escribir estas líneas, descubrí que ya había oído su muy recomendable tercer Knocking on heavens door, aunque no me había puesto a investigar en la historia del grupo y ciertamente no había guardado registro del nombre de la banda en mi memoria. Pero sí me acordaba de la portada. También ayudó el ver que Lita Ford o Glenn Hugues aparecían como colaboradores haciendo los coros en algún tema, aunque a saber si eso es cierto o una maniobra de la discográfica para lanzarlos en los Estados Unidos. Fuese como fuese, me llevé el disco a casa –gracias papá por el regalo en diferido– y hoy os lo voy a comentar. 
 
Total, que no tengo ni idea de enología, es decir, me gusta el vino pero soy más bebedor de cerveza fresquita y destilados con más graduación. Pero al igual que el vino puede tener un gusto afrutado, fresco, ligero o con cuerpo, áspero... y entonces los connoisseurs te dicen que tiene notas de canela, clavo, cítricos, nuez moscada, plátano o frutos del bosque que quizás no se aprecian en un primer sorbo pero están ahí dejando retrogusto, yo puedo deciros que Heaven –al menos en este segundo elepé– pueden ser hijos putativos de AC/DC y Rose Tattoo como la mayoría de la crítica comenta, pero con –para mi– innegables notas de Saxon o Judas Priest, con una producción americanizada de heavy rock pegadizo. 
 

Las raíces de estos australianos se encuentran en una banda de Adelaida llamada Fat Lip, de la que provenían la mayoría de sus miembros. El grupo se disolvió cuando su vocalista, el escocés Allan Fryer voló hasta Sidney para realizar una audición para AC/DC tras la muerte de Bon Scott. O al menos eso dice él. Sin embargo, cuando los hermanos Young anunciaron el fichaje de Brian Johnson en Londres –es decir, que Fryer no llegó a participar en audición alguna–, llamó a sus compañeros de Fat Lip y se reformaron como Heaven. Tras un primer álbum y la llegada a la banda de los guitarristas Kelly y Mick Cocks –de Swanee y Rose Tattoo respectivamente–, el grupo probó suerte en los Estados Unidos grabando este Where angels fear to tread que hoy os traigo. Grabado en los Cherokee studios con George Tutko a la producción, el line up de Heaven estaba formado en ese momento por los mencionado Fryer, Kelly y Cocks, Laurie Marlow al bajo y Joe Turtur a la batería, con la colaboración de Jimmy Zazla al saxofón y con coros de Glenn Hughes, Lita Ford y un tal Evil Eyes que resulta que era ni más ni menos Ronnie James Dio, según ha asegurado el mismo Allan Fryer en varias ocasiones. 
 
Por cierto, otras cosas que Fryer cuenta son que Lita Ford se lo montaba con cualquiera en esa época, que Heaven, Ratt y Mötley Crüe salían de fiesta continuamente, al menos con Crosby y Blotzer, –a quienes dedican este disco– y con Neil y Lee. Es más, de este último, Fryer afirma que era tan amigo suyo que se ligaban a las mismas mujeres y que incluso le propuso unirse a Heaven porque el batería no se sentía cómodo en su banda. 
 
En fin, que anécdotas o pajas mentales aparte, con una horrenda y poco trabajada portada de Margo Nahas y Jay Vigon que en algunas versiones –como la mía– no llevaba ni tan siquiera el título en ella, el disco se puso a la venta en las tiendas de Los Angeles y el resto del país con el siguiente track list
 
A 
Where angels fear to tread 
Love child 
Scream for me 
Don’t mean nothin’ 
Rock school 
 
B 
Madness 
Hard life 
She stole my heart 
You 
Sleeping dogs 
 
La escucha se inicia con el tema título, una Where angels fear to tread cañera, con un bajo marcado, un estupendo solo de guitarra y un sonido general que –con esas influencias– podría definirse como el de unos Airbourne ochenteros. Le sigue Love child, un temazo que a finales de los 60 grabaron Diana Ross & The Supremes y que los Heaven hacen suyo de forma admirable. Rockera y pegadiza, parece sacada de cualquier disco primerizo de la NWOBHM. Más cruda y acedeciana es Scream for me, resultona y con unas buenas guitarras. Lo mismo que la siguiente Don’t mean nothin’ con una producción americanizada con raíces australo-británicas. La cara finaliza con la hardrockera Rock school, caracterizada por ese saxo que le aporta un punto de exotismo festivo. 
 

A estas alturas, ya somos conscientes de que no hemos tirado nuestro dinero y que el álbum vale muchísimo la pena. Prueba de ello es la nuevamente acedeciana Madness –casi puedo ver a Malcolm Young moviendo su pierna rítmicamente mientras la toca– en la que Zazla mete de nuevo su saxo, aunque sin el protagonismo de la que cierra la cara anterior. Entonces llega Hard life, más arrastrada y con mayor peso de las guitarras aunque con un estribillo pegadizo y cierta atmósfera poppy, lo mismo que She stole my heart, algo más heavy que su predecesora pero con esa producción americana suave. Más enérgica es You, que le provoca a uno ganas de mover las extremidades al ritmo de la música y que sirve de prólogo a Sleeping dogs, otro tema alegre y con una contundente base rítmica que no hace otra cosa que poner de manifiesto que a veces no bastaba con ser buenos músicos y tener un buen producto en las tiendas para conseguir el éxito, también la suerte y la estabilidad contaban en la ecuación. Y no fue el caso de Heaven, que merecían sin duda haber llegado más alto. 
 





En definitiva, todo un descubrimiento y un pedazo de disco, una verdadera joyita escondida tras una portada de mierda. Y es que a veces –y sólo a veces–, la caza a lo loco permite cobrar buenas piezas. 
 
¡Feliz viernes! 
@KingPiltrafilla 
 
Entrada publicada simultáneamente en ffvinilo.blogspot.com 

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