Amiguitos, hoy os traigo una nueva reseña dedicada a ese cine de serie Z que tanto me gusta, aunque sea para echar unas risas a su costa. Esta vez con esta infumable aunque entretenida cinta titulada Programada para matar, a la que se añadió en nuestro país ese Retaliator para aprovechar el tirón de Terminator –algo que también hicieron con la imprescindible Re-animator o la infame Alienator, que no tardará en caer por aquí– aunque poco tenga que ver con aquella. Dirigida por Allan Holzman y Robert Short –este último es también autor del guión–, contó con la participación entre otros del héroe de las películas de bajo presupuesto de acción Robert Ginty, la Valeria de Conan el Bárbaro –una Sandahl Bergman en horas bajas– y un adolescente Paul Walker, muchos antos antes de conducir a gran velocidad junto a Vin Diesel. La película comienza en Creta, donde Los luchadores por la libertad –un grupo terrorista escindido de la OLP liderado por un tal Hassim y su novia Samira– provocan una masacre en un mercado y secuestran a dos niños estadounidenses que estaban de vacaciones.
Por ese motivo, la CIA requiere los servicios de Eric Mathews y sus mercenarios, que capturan a Samira y la llevan a los Estados Unidos. Sin embargo, las autoridades ocultan a la mujer y la utilizan para un plan secreto del Gobierno que pretende convertirla en un cyborg al servicio de la CIA en su lucha contra el terrorismo en Oriente Medio. Pero Samira no ha perdido la memoria del todo. Así, un enfadado Eric que ha sido apartado de la misión de búsqueda de Hassim aún habiendo capturado a su novia con éxito, se acabará enterando de que Samira no ha muerto como le habían contado y ya no es la joven terrorista que él conoce sino un cyborg que se rebelará contra aquellos que la han creado. Y entonces ¿quién será la persona a la que querrán eliminar para mantener oculto el desaguisado?, exacto, él.
A ver, el nivel general de la película es malo, para qué engañarnos, pero Ginty –todo un mito de la serie B casposa de acción– al menos se toma a su manido y poco original personaje con cierta seriedad. Todo lo contrario que Bergman, que confundió la frialdad que debía imprimir a su papel de cyborg con la ausencia de convicción con la que lo interpretó. Eso, sumado al tono de low cost de la cinta, la convierten en un subproducto simpático que se deja ver pero sin demasiado interés a no ser que seas algo raruno, como yo. Así que ya os prevengo de que, de no ser fans del cine de acción ochentero de segunda o tercera división, seguidores de Robert Ginty o admiradores nostálgicos de Sandahl Bergman, esta Retaliator no es para vosotros.
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