-Sí.
-¿Cosas... blandengues?
-Sí, amigos, cosas blandengues.
Se viene introducción, atentos. No tengo móvil. Voy por el mundo con mapas
y mi intuición, lo que me obliga a orientarme y a montarme los itinerarios en
el cerebro. Eso quizás haga que pierda algo de tiempo por no saber que del
punto A al B había un autobús, pero me permite descubrir caminando rincones
que no hubiese conocido de otra manera. Pues a la hora de comprar discos al
tuntún pasa lo mismo. A veces, como en el caso que hoy me ocupa, encuentro
un vinilo en estado aceptable con una portada sugerente y una contraportada
que invita a la confianza en la suerte... pero de una banda que no conozco
en absoluto. De tener un móvil, hubiese buscado en internet qué tipo de
grupo era, qué estilo de música cultivaba, si el álbum en cuestión era el
mejor o el peor de su discografía... pero eso me hubiese evitado la
excitación que durante el trayecto a casa me embargó, pensando en escucharlo
rápidamente para saber si lo que había adquirido era una joyita o un truño.
A modo de desenlace os diré que, en esta ocasión, la aventura de ser un
troglodita tecnológico acabó bien. A ver, el disco no es un tesoro pero por
los 3 euritos que me costó, como si lo fuera. Me estoy refiriendo –como
habéis visto ya– a estos Liverpool Express que supongo que ninguno de
vosotros conocía. Por eso, antes de entrar en harina, se impone presentar al
grupo.
Así pues, os traigo a una banda británica formada en 1975 de la que no
había oído hablar en mi vida y que formaron en Liverpool unos fanáticos del
fútbol llamados Billy Kinsley, Roger Scott Craig, Tony Coates y Derek
Cashin. Hay que decir que Kinsley coincidió en The Cavern con los Beatles a
principios de los 60 cuando militaba en las filas de The Merseybeats e
incluso llegó a trabajar para McCartney y Harrison como músico de sesión en
Apple Records. Con su primer disco consiguen cierta notoriedad en su país
gracias a apariciones diversas en televisión –incluyendo Top of the pops– y
a una gira teloneando a Rod Stewart. Además, obtienen un inesperado éxito en
Sudamérica, por lo que se embarcan en una gira que inician en Río de Janeiro
siendo recibidos como estrellas.
Graban un segundo disco y en 1978 son requeridos por el mismísimo Príncipe Carlos para tocar en la Royal Gala Performance de ese año, lo que les permite conocer al actual monarca y sacarse unas fotos con él, algo que a la mayoría de los ingleses siempre les ha parecido muy cool. Y con Peter Kircher reemplazando a Cashin a la batería graban su tercer álbum, este L.E.X. que hoy os traigo. Grabado en los londinenses Olympic studios con Tommy Boyce y Richard Hartley a los controles, el line up lo componían los mencionados Peter Kircher, Billy Kinsley a las voces, bajo y guitarra acústica, Roger Scott Craig al piano, teclados y coros y Tony Coates a las guitarras y coros. A destacar la colaboración de John Barham –responsable de las orquestaciones en álbumes de George Harrison– como autor de los arreglos de cuerda en varios temas del disco.
Y con portada de Ian Ramsden en la que aparece la modelo texana Jerry Hall,
muy conocida entonces por haber aparecido en portadas de Vogue o
Cosmopolitan y que acabaría convirtiéndose en la esposa de Mick Jagger, el
track list del álbum fue:
A
I want nobody but you
Take it easy with my heart
When my boat comes in
Last train home
B
Is your love in vain
Sharing you
Games people play
Motel Maria
What a fool I’ve been
Comienza a girar el vinilo y suena I want nobody but you, un temita de soft
rock, con armonías vocales, saxofón y arreglos de cuerda muy setenteros
bastante resultón. Del mismo estilo –con un Kinsley que recuerda un poco a
John Lennon– es la siguiente Take it easy with my heart, con una presencia
marcada del bajo y bonitos arreglos de cuerda arropados por la guitarra de
Coates y unos teclados que me traen recuerdos de The Doors. Entonces llega
mi preferida, un estupendo hard pop rock titulado When my boat comes in, con
coros y mucho ritmo. La cara concluye con una lenta y emotiva Last train
home de producción cristalina. En resumen, los cuatro primeros temas que
escucho en mi vida de una banda de la que desconocía su existencia y parece
que he hecho un buen descubrimiento. Lo parece, he dicho. Sin embargo, dura poco la alegría en
casa del jebi.
La cara B se inicia con una versión de Is your love in vain de Bob Dylan, un tipo que no es que sea la alegría de la huerta precisamente, con que podéis imaginar el resultado. Por cierto, no tiene nada que ver pero la original tiene un inicio que me recuerda al de Eres tú de Juan Carlos Calderón que Mocedades interpretaron en el festival de Eurovisión de 1973. La que sigue es mucho peor para mi gusto, una empalagosa versión del Sharing you de Gerry Goffin y Carole King, un matrimonio de compositores que escribieron la cancioncilla para un tal Bobby Vee a principios de los 60. La de los de Liverpool es más lenta e intimista que la original, con unos arreglos de cuerda que provocan hiperglucemia. Y en este punto, la satisfacción que me había proporcionado la primera cara se va evaporando conforme avanza el álbum, más aún cuando escucho una Games people play que parece compuesta para tocar en un garito country para rednecks en las afueras de un pueblo de Arkansas un sábado por la noche. La cosa se arregla levemente –entendedme, dentro del sopor– con la tristona Motel Maria, que tiene la misma atmósfera pero con unos arreglos más currados. Eso sí, me veo en el mismo garito, con varias pintas de más, haciendo los coros con la banda rodeado de humo y una melancolía peligrosamente depresiva. Finalmente, la guinda del disco llega con What a fool I’ve been, rockerilla y con algo más de alegría que sus predecesoras, que resta algo de amargura a la escucha de esta segunda cara.
Y eso es todo. Este sería el último disco en la banda en mucho tiempo, que poco después perdería a Peter Kircher –se marchó a tocar con los Status Quo siendo reemplazado en por un tal John Ryan, otro colega del partido de fútbol de los domingos– hasta que en 2003, con tan solo Kinsley y Craig de la formación original, grabarían un Once upon a time que no interesó a nadie. Aún así, pese a no gozar actualmente de demasiada fama internacional, el grupo tiene un lugar más que merecido en la historia de la música británica de finales de los setenta. Por cierto, sigue existiendo y dando conciertos en su ciudad natal para unos cuantos fans acérrimos.
En fin, otro vinilo con el que llenar de música este blog, que recomiendo a
aquellos que no disfrutan demasiado con la mayoría de mis propuestas más duras e interesantes. Va por
vosotros (guiño).
¡Feliz viernes!
@KingPiltrafilla
Entrada publicada simultáneamente en ffvinilo@blogspot.com
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