domingo, 30 de octubre de 2022

Cy-Warrior aka Cyborg - Il guerriero d'acciaio (1989)


Pues bien, piltrafillas, para poner la guinda a la semana, os traigo hoy un nuevo exponente de lo más cochambroso de la cinematografía italiana de los ochenta. Se trata de una basura titulada Cy-Warrior escrita y dirigida por Gianetto De Rossi, un profesional con un dilatada carrera como maquillador y habitual en cintas de Lucio Fulci que un buen día tuvo los santos huevazos de creerse preparado para pasarse a la realización. Protagonizada por Frank Zagarino, Sherrie Rose, Ronald Lang o Brandon Hammond, nos cuenta cómo un androide de un proyecto militar ultrasecreto que persigue el perfecto soldado, leal, casi indestructible e inmune al frío, el calor o las armas bioquímicas, se activa y escapa de sus vigilantes cuando es trasladado en barco. Así que el Gobierno contrata a un equipo de operaciones especiales bajo el mando del implacable coronel Hammer para capturarlo o destruirlo. El cyborg consigue llegar a tierra firme y es ayudado por un niño de 8 años y su hermana Susan de 23, que se enamora de él pese a conocer su naturaleza de mitad hombre y mitad máquina. Pero Hammer no tardará en dar con ellos y provocar un baño de sangre. 
 

Amiguitos, cuando me encontré con esta Cy-Warrior, lo primero que me llamó la atención fue su póster, una copia no demasiado disimulada del de Destroyer: Brazo de acero, una cinta de Sergio Martino de unos años atrás que ya os comenté aquí. En aquella, las referencias al Terminator de Cameron eran claras. Un cyborg enviado al pasado para matar a un humano que al final no lleva a cabo la misión y recibe la ayuda de una mujer. No faltaba la escena en la que el hombre máquina ajustaba las conexiones de su brazo de metal. Pues la de hoy le va a la zaga, no creáis. Además del tema del póster, aquí también existe un humanoide con corazoncito que forma pareja con una mujer y –por supuesto– protagoniza una escena en la que ajusta su brazo mecánico. Y si en aquella estaba el mítico John Saxon, en esta tenemos al no menos icónico Henry Silva, ambos de Brooklyn. Y del resto, qué decir. Los efectos especiales son de feria ambulante, las interpretaciones de principiantes y Zagarino lo borda –ironía mode on– como androide, con esos movimientos supuestamente robóticos que realiza durante toda la película. El final, que no desvelaré, también tiene relación con la saga Terminator, aunque resulta más atropellado y menos emotivo que la escena en la que se inspira. En fin, otro de esos títulos que como obra del séptimo arte no valen la pena pero como ejemplo de la serie Z más infumable resultan imprescindibles para echarse unas risas con algo de alcohol para acompañar.

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