domingo, 31 de julio de 2022

Hell squad (1986)


La reseña de hoy se la voy a dedicar a una basura titulada Hell squad. La peliculilla se inicia con un experimento nuclear con cobayas animales. Una vaca, un caballo e incluso un elefante han sido sometidos a los efectos de una nueva arma atómica que los ha hecho desaparecer aunque ha dejado intactas las construcciones circundantes. Se trata de la bomba de ultra neutrones, que al no destruir las ciudades tras una guerra, permite que los supervivientes y las generaciones futuras puedan conservar sus viviendas. Entonces, con el objetivo de pedir la bomba como rescate, unos terroristas de Oriente Medio deciden secuestrar al hijo del embajador norteamericano en su país. Hasta el momento solo hemos visto interpretaciones vergonzosas y unos efectos de sonido y de imagen de feria. Vamos, que el guano no ha hecho más que empezar a amontonarse... y eso que todavía no han salido ni los títulos de crédito. Pero, como decía Super Ratón en aquellos dibujos animados de nuestra infancia, no se vayan todavía, aún hay más. Dirigida, escrita y producida por Kenneth Hartford, Hell squad ha sido reseñada a menudo en listas dedicadas a las peores películas de los años 80 y esa es la razón por la que no he podido resistirme a verla. Protagonizada por Bainbridge Scott, Glen Hartford –el propio hijo del realizador ayudando a papá a poner en pie otro montón de mierda–, Tina Lederman, Maureen Lelly, Penny Prior o Lisa Nottingham, el argumento nos cuenta que en lugar de comunicarlo al servicio secreto o a cualquier subcontrata del Pentágono, el embajador pide ayuda a un viejo amigo en los Estados Unidos que recluta a unas bailarinas de Las Vegas para entrenarlas en operaciones encubiertas y enviarlas al país en el que se ha cometido el secuestro. 
 

Y tras un rápido proceso de selección, el grupo definitivo de showgirls mercenarias vuela a Oriente Medio y se hospeda en un hotel. A partir de ahí comienza la parte con más acción de la película así como la más monótona ya que el argumento no hace más que repetirse. Es decir, que las chicas están en una habitación de hotel en medio de la que hay un jacuzzi gigante en el que se bañan alegremente, su informante las llama por teléfono, se visten de sexy-comandos, se van a buscar al joven Jack, combaten con unos cuantos terroristas –hasta utilizando tanques, si es necesario– y regresan a su jacuzzi al ver que la pista no las ha llevado hasta el paradero del hijo del embajador. Y así una y otra vez. Vamos, que se repite tanto la historia que vemos escenas que supuestamente tienen lugar en diferentes días con tomas realizadas la misma jornada e incluso claramente repetidas. Otra cosa es la verosimilitud de un grupo de bailarinas en camisón, caminando por el desierto tras haber escapado de sus captores sin despeinarse o procediendo al rescate ataviadas con bañadores y biquinis –por supuesto, finalmente consiguen tener éxito– del hijo del embajador. En fin, es lo que hay. Se dice que, pese a que Hartford consta como autor del guión, el que inicialmente lo escribió fue Donald F. Glut pero se marchó sin finalizarlo al no recibir sus honorarios. Es por eso que el director fue el responsable del delirante epílogo de esta infame Hell squad. Atención, no solo al grotesco giro de guion sino a la explicación de cómo es descubierta la identidad del agente doble que trabaja en la embajada. Lo dicho, una película con un argumento a priori atractivo y muy ochentero, que podría haber sido un título mítico de acción y erotismo de la época, pero que se quedó a medio camino. Mala pero simpática... o eso creo.

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