domingo, 10 de julio de 2022

El sádico de Notre-Dame (1979)


Nuevamente, dedico mi reseña dominical a una cinta del mítico Jesús Franco, en esta ocasión la coproducción hispano-gala titulada El sádico de Notre-Dame. Escrita y dirigida por el realizador madrileño, en realidad se trata de un nuevo montaje de las imágenes de su película de 1975 L’éventreur de Notre-Dame que ya os reseñé en el pasado (de la que también existe una versión X titulada Sexorcismo), con algunas escenas añadidas y muy light en lo que a sexo y violencia se refiere. La obra original, por decirlo de alguna manera, la encontré bastante infumable y supongo que a su autor también se lo pareció porque cuatro años más tarde se vio obligado a hacer esta remodelación. La "nueva" historia comienza con Mathis Vogel –el mismísimo Franco– que escapa en un camión de la basura del manicomio infame en el que está confinado. Y tras los títulos de crédito a los sones de una inquietante música de órgano, vemos a nuetro protagonista pasear despreocupadamente por las calles de París. Por cierto, los transeúntes girándose hacia la cámara son un ejemplo más de ese resultado entre cutre y casual que uno no sabe ya si Franco buscaba como exponente de su peculiar humor o era un daño colateral tolerado para ahorrar presupuesto, en este caso seguramente de los permisos de rodaje. Total, que mientras camina es abordado por una prostituta que se ofrece a llevarlo a casa en su coche –algo muy verosímil– pero Mathis acabará rechazando sus servicios y apuñalándola en nombre de Dios y la Santa Inquisición para lavar su alma pecadora. Y es que Vogel es un sacerdote excomulgado con una extraña obsesión, lo que le había llevado a su internamiento. La Policía detiene e interroga a un tal Bartholo que ha sido encontrado merodeando por la zona en la que se ha encontrado el cadáver con una navaja en su poder, pero el hombre se muestra tranquilo y afirma no tener nada que ver con lo ocurrido. Mientras, Vogel comete otro asesinato. 
 

Pero si el tío ya nos parece un zumbado, más lo pondrá de manifiesto cuando escriba un relato de sus andanzas titulado El retorno del Gran Inquisidor y se lo lleve al editor de una publicación de historias sadomasoquistas cuya secretaria participa en orgías satánicas para excitar a gente rica en el castillo de una condesa. Cuando Vogel se entera, decide que debe visitar ese lugar para satisfacer su obsesión y liberar un buen puñado de almas a su manera. Protagonizada por Franco, junto a Lina Romay, Olivier Mathot, Antonio do Cabo o France Nicolas entre otros, esta El sádico de Notre-Dame es un producto que a algunos nos parecerá reivindicable por el mero hecho de que la autoría es de Jesús Franco, pero que –siendo sinceros y objetivos– no cumple las expectativas generadas aunque de alguna manera mejore el original. No existe una trama de investigación policial –se puede decir que la información le va llegando a la Policía con ellos sentados–, en los asesinatos no se ve sangre alguna y –pese a contener varios desnudos– no hay ni un atisbo de erotismo en toda la película. Por otra parte, la música, los encuadres y la sobriedad de Franco en su interpretación le otorgan a la obra una pátina de seriedad que tampoco permite tomarse a la cinta como un exponente casposo de cine trash. Es decir, demasiado mala para tenerla en cuenta pero no tanto como para considerarla una basura. Eso sí, es del Tío Jess y –en realidad– si uno aguanta hasta el final, la sensación que se lleva es que tampoco ha perdido el tiempo del todo. A saber.

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