domingo, 3 de abril de 2022

Los muertos no mueren (2019)


Jim Jarmusch es un director que me gusta, al menos lo que de él he visto, que no es mucho. En realidad, sólo he visto Dead man y Ghost dog, aunque ambas me encantaron. Por eso no es de extrañar que ni me enterase de su último estreno, esta Los muertos no mueren de la que hoy os hablo y que me descubrió no hace mucho en Twitter el amigo Don Críspulo. Lo primero que me llamó la atención fue el nutrido elenco de protagonistas. El recordado Luis García Berlanga ya lo hacía hace años, aunque a nuestra escala. Pero, esto es Hollywood, amiguitos, y aquí el reparto berlanguiano está compuesto por un firmamento de estrellas más o menos brillantes aunque de sobra conocidas como son Bill Murray, Adam Driver, Tilda Swinton, Rosie Perez, Selena Gomez, Steve Buscemi, Chloe Sevigny, Danny Glover o Iggy Pop, entre otros. Solo por eso ya valía la pena echarle una ojeada a la obra, aunque luego resulte que la mayoría solo aparecen en pantalla unos minutos o incluso segundos. Así que, sin tan siquiera leer el argumento o las críticas, me dispuse a buscarla. Dirigida y escrita por el mencionado Jarmusch, la película comienza con una pareja de policías que han ido al bosque a encontrarse con Bob el ermitaño a raíz de la denuncia puesta por un granjero por la desaparición de un pollo. Regresando al pueblo, la pequeña y hasta el momento tranquila localidad de Centerville, los policías comentan que hace un tiempo que no anochece cuando debe. También advierten que el reloj y el móvil no funcionan y la radio del coche tiene interferencias. Y en las noticias hablan de una alteración en la rotación de la Tierra por culpa de un fracking polar masivo realizado por empresas energéticas. Eso parece ser la causa de la puesta de sol tardía. Pero ocurren más cosas: las hormigas han enloquecido, los animales de granja desaparecen, perros y gatos se comportan de manera extraña... 
 

Total, que cuando los muertos vuelven a la vida como caníbales zombies, eso ya será demasiado y los vecinos del pueblo –a cual más peculiar– deberán hacer frente a la amenaza. Lo cierto es que técnicamente, la película está muy bien. El ritmo es pausado, los diálogos son pausados –a veces son tan surreales que parece que se trate de improvisaciones de lo más loco– y las interpretaciones resultan de lo más natural. El humor es bastante fino –como Frank, con su gorra con el lema Make America White Again aunque se disculpa con el negro Hank por un comentario hecho hacia su café que puede ser considerado racista, o la extraña Zelda, la nueva encargada de la morgue que es experta en el uso de la katana y guarda cierto parecido con la Zelda de Nintendo– y se aleja del humor de trazo grueso que acostumbra a caracterizar las producciones de zombies. De hecho, tampoco es demasiado sangrienta. Y pese a su apariencia, va avanzando la historia como si nada, poco a poco, mientras imagina uno que se acerca el desenlace y la explicación de todo cuando... ¡boom! 
A ver, es cierto que al principio de la película Jarmusch ya nos ha dejado caer una pista musical de lo que se llevaba entre manos, pero no lo he visto venir. Entonces regreso al momento en que en Twitter descubrí la película. Debo decirte, Crispulín, que estoy como tú, no sé si es una genialidad o una puta tomadura de pelo. Quizás no sea ni una cosa ni la otra. Así pues, os la voy a recomendar para que cada uno saque sus conclusiones. A buen entendedor...

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