domingo, 20 de febrero de 2022

Il boia scarlatto (1965)


A mediados del siglo XVII, las autoridades ajustician al Verdugo Carmesí, un sádico asesino que se ha dedicado a torturar y matar a sus víctimas por puro placer con máquinas construidas por él mismo. Determinan que su cadáver permanezca en un ataúd sellado en las mazmorras de su castillo, pero en el momento de su muerte asegura que regresará para vengarse. Tres siglos más tarde, un grupo de personas formado por un editor, un escritor, una secretaria, un fotógrafo y varias modelos viajan por Italia buscando localizaciones para tomar fotografías con las que ilustrar una novela de terror y parece que han encontrado el castillo perfecto. Todo indica que está deshabitado, pero cuando acceden a su interior son sorprendidos por un sirviente –un tipo musculado marcando paquete que parece sacado de una ilustración de Tom of Finland– que los lleva ante el dueño de castillo, un antiguo y excéntrico actor llamado Travis Anderson. En un primer momento, este se niega a que permanezcan un minuto más en su morada. Sin embargo, cuando descubre que entre los visitantes se encuentra Edith, una antigua prometida, cambia de opinión y permite que pasen la noche en su hogar. Eso sí, les advierte de que bajo ningún concepto deben visitar las mazmorras. 
 

Por supuesto, como ocurre siempre en estos casos, alguien no hará caso de la recomendación. Entonces descubriremos que el castillo en cuestión es el mismo del Verdugo Carmesí y no tardaremos en ser testigos de nuevas muertes. Dirigida por Max Hunter –pseudónimo del italiano Massimo Pupillo–, la cinta cuenta con la participación de Mickey Hargitay
más conocido por haber sido el marido y viudo de Jayne Mansfield que por las infames cintas en las que participó, Walter Brandi, Luisa Baratte, Ralph Zucker y Barbara Nelli entre otros. En mi humilde y desautorizada opinión no es una buena película, ni tan solo de serie B. En un marco normal, esto se encontraría por debajo de lo mínimamente recomendable. Pero este blog no es normal, los habituales sabéis que algunos enormes montones de escoria son a veces elevados a la categoría de imperdibles por este que os escribe. Y aunque la verdad es que no estamos ante uno de esos ejemplos,  tampoco abogaré por quemar las copias que queden de ella. Las interpretaciones son patéticas, igual que los pocos efectos especiales –esos murciélagos y esa araña mecánica, por favor–, carece de ritmo, las muertes están rodadas sin el más puro atisbo de sentido del espectáculo, no hay sangre, no hay la menor traza de erotismo si exceptuamos un pecho y lo del protagonista declarándose enamorado de su cuerpo mientras se unta aceite, si eso ya lo dejamos para otro día... en fin, un desastre. Si con esa historia y ese escenario Pupillo perseguía una ambientación gótica a lo Hammer, no lo consiguió. Aun así, visualmente le encuentro cierto atractivo y aunque esta Il boia scarlatto sea un producto en gran parte fallido, quizás por eso no deja de parecerme simpático. Para ver una vez en la vida y olvidar, si podéis.

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