domingo, 23 de enero de 2022

Zenabel (1969)


La película de la que os hablaré esta semana es la italiana Zenabel, dirigida por Ruggero Deodato algunos años antes de hacerse internacionalmente conocido gracias a la mítica Holocausto caníbal. La cinta –que, por cierto, fue un fracaso económico que costó mucho más de lo que recaudó– contó con la participacion, entre otros, de la texana Lucretia Love, el canadiense John Ireland –quien al parecer tuvo un comportamiento algo conflictivo en algunos momentos del rodaje por culpa de sus honorarios o mejor dicho por la falta de estos–, el veterano actor neoyorquino Lionel Stander –tras una larga carrera en Hollywood fue acusado de comunista y se exilió en Roma, donde tras aparecer en numerosos spaghetti-western se hizo amigo de Robert Wagner y gracias a este, retornó a los Estados Unidos para interpretar a Max, el mayordomo de Wagner y Stefanie Powers en la serie de televisión Hart to Hart– y el actor y productor italiano Mauro Parenti. De hecho, Zenabel fue la segunda colaboración de Deodato con Parenti y Lucretia Love, que por entonces era su esposa y que en las dos ocasiones hizo valer su condición de productor para reservar un papel para ambos. La historia, con Lucretia como principal protagonista, se inicia con la carismática e independiente Zenabel bañándose en el río con sus amigas mientras unos hombres las están espiando lujuriosamente. Ellas los descubren y los apresan llevándolos a su pueblo, donde son ridiculizados, lo que desemboca en una pelea entre los hombres y las mujeres del lugar. 
 

En esas, un tal Pancrazio comunica a Zenabel que su padre se está muriendo. Ella corre a encontrarlo en su lecho de muerte, donde él le confiesa un secreto: ella es la hija del Duque de Valle Stretta, a quien mató el infame Don Alonso, Barón español que no pudo acabar con su vida porque su cuidadora logró escapar llevándola consigo junto con su hermano gemelo, ambos apenas unos bebés. En una parada de diligencia, la cuidadora le dio a él a la niña y ella se quedó con el niño, separándose de inmediato. Desde entonces, el hombre la cuidó como a una hija pero ahora que ve la muerte cerca, no quiere irse de este mundo sin contarle la verdad. Evidentemente, la noticia resulta sorprendente para Zenabel y aunque afirma no estar interesada en el poder, la riqueza o la venganza, se propone recuperar el ducado de Valle Stretta con el fin de liderar a las mujeres de sus dominios para convertirlas en independientes y libres de sus maridos, padres y hermanos. Lo que sigue es una aventura en la que la sucesión de escenas eróticas –que por supuesto tuvo también una versión con insertos hardcore, algo habitual en la época– en las que hombres bastante simples persiguen y abusan de lozanas jovencitas mientras Zenabel y sus, digamos escuderas, las defienden y unen a su causa tienen lugar en un tono general de mezcla de las películas de Bud Spencer y Terence Hill con las comedias picantes de Alvaro Vitali, es decir, erotismo, violencia de cartón piedra y humor zafio, todo muy de la época. Por otra parte, con un inicio muy atractivo y aunque contiene escenas con encuadres atrevidos y buena fotografía, es bastante irregular en su desarrollo y acaba convirtiéndose un producto de serie Z. Y es que Zenabel es una de esas películas que envejecen mal y, aunque resulta entretenida de ver, se advierte que está fuera de su tiempo. En fin, para pasar el rato y olvidar... o es que no estaba receptivo.

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