viernes, 14 de enero de 2022

Steeler – Strike Back (Steamhammer-1986)


No hace mucho fue noticia que el estrellado Dabiz Muñoz había situado en no sé qué lugar de Madrid unos food trucks en los que vendía dos hamburguesas de autor por 15,50 euros. Una era una doble cheeseburger con Gouda, noodles Yakisoba cremosos de pimientas del mundo, miso y périgourdine de trufas negras. La otra, era una doble cheeseburger de Cheddar, mayonesa de chipotles, salsa chiflar y lámina de arroz inflado. La verdad es que se me hace la boca agua tan solo con escribir estas líneas. Sin embargo, lo que fue noticia no era que Muñoz vendiese hamburguesas sino su precio. Eran caras, decían. Sin embargo, todo es relativo. 
 

En mi reciente estancia en Basel, por citar unos ejemplos, una vulgar Chilli Cheeseburger de Burger King con patatas y Coca-cola me costó 17 euros, un pincho de carne –por muy sabroso que fuese, que lo era– me costó 19 eur y por un mojito en la Steinenvorstadt pedían 15 euros, que ni por asomo estuve dispuesto a pagar. Y es que, si una cosa está clara, es que las palabras barato y Suiza no pueden coexistir en una misma frase. ¿Que por qué os estoy contando esto? Veréis. En mis adquisiciones de vinilos de segunda mano en tiendas o ferias acostumbro a invertir entre 12 y 15 euros por disco de máximo, dependiendo del estado o la excepcionalidad del álbum. Por contra, en este Strike back que hoy os presento y que me traje de Bern –concretamente de su tienda Oldies Shop, un paraíso de reducidas dimensiones pero con decenas de miles de discos clasificados en cubetas móviles– me gasté 25 euros. Y como todo es relativo, en el país de los mojitos a 15 euros aún me parece barato. En fin, todo sea por la causa vinílica y por traerme mi acostumbrado souvenir de los países que visito. 
 

Pero, entrando en harina, os voy a hablar ya del álbum en cuestión, concretamente la copia alemana del tercero que editaban los germanos Steeler, producido esta vez por Frank Bornemann que les ayudó a conseguir un sonido menos crudo. Grabado en los Horus sound studios, el line up es el habitual que grabó los álbumes previos con la salvedad del bajista –el original Volker Krawczak fue substituido por Hervé Rossi–, es decir, Peter Burtz a las voces, Jan Yildiral a la batería y Axel Rudi Pell con Tom Eder a las guitarras. 
 
Y con portada de Julia M. Goode, el vinilo se puso en las tiendas con el siguiente track list
 
A 
Chain gang 
Money doesn’t count 
Danger comeback 
Icecold 
Messin’ around with fire 
 
B 
Rockin’ the city 
Strike back 
Night after night 
Waiting for a star 
 

El disco se inicia con Chain gang, que tiene una bonita y delicada intro que –contra todo pronóstico– da paso a un temazo cañero y lleno de energía, cargado de buenos guitarrazos, una canción simple, efectiva y directa. Le sigue Money doesn’t count, en la misma onda –una mezcla de Accept y Warlock con coros–, con bajo y batería machacones y un resultón trabajo de guitarras. Aún más espídica es Danger comeback, con un Jan Yildiral llevando el ritmo hasta la extenuación. Bajan un poco la velocidad con Icecold, un tema que tanto podrían cantar Udo como Doro. La tralla regresa para hacernos botar meneando las mele... bueno, recordando como ondeaban nuestras melenas, con Messin’ around with fire, otro tema de riffs afilados y percusión machacona con el que cierran la primera cara del vinilo. 
 

Comienza la cara B con Rockin’ the city, otra cabalgada con coros y guitarras potentes y el tipico sonido germánico ochentero. Strike back es el estupendo tema que da título al álbum, otra mezcla de energía y sonido a lo Udo y compañía, con una base rítmica incansable y unos guitarrazos asesinos. Night after night es otra de mis preferidas, una canción totalmente ochentera a lo Accept de Balls to the wall, donde melodía, un estribillo atractivo y un ritmo machacón coexisten con unas guitarras muy bien puestas. Por si no queda claro, Strike back es un pedazo de disco que desde sus primeros acordes hasta este momento transmite alegría y –a los de nuestra edad– cierta nostalgia. La guinda la ponen con Waiting for a star, la insoslayable balada que debía encontrarse en todo buen disco de hard’n heavy para demostrar que los metalheads también teníamos nuestro corazoncito y sabíamos apreciar tanto un buen chute de emoción como descargas adrenalínicas. 
 

En resumen, un más que recomendable disco que obliga a varias escuchas disfrutonas y que tuvo continuidad en un fantástico Undercover animal, del que ya os hablé aquí
 
¡Feliz viernes! 
@KingPiltrafilla
 
Entrada publicada simultáneamente en ffvinilo.blogspot.com 

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