domingo, 2 de enero de 2022

Bahía blanca (1984)


Piltrafillas, hacía tiempo que no os hablaba de Jesús Franco y hoy os traigo otra de sus películas que –como en el caso de las anteriores de las que os he comentado mis impresiones– ira a completar la lista de las que ya han pasado por este blog. Se trata de la ciertamente extraña Bahía blanca, una cinta escrita y dirigida bajo el nombre de Jess Franco que resulta acaso demasiado personal y pese a tener un planteamiento original, acaba resultando un producto de segunda. Y es que, por una parte. no encontramos la profusión de erotismo a las que el realizador nos tiene acostumbrados y por otro lado, las interpretaciones no están a la altura de la historia, lo que es aún peor y en mi opinión deja a la película en una tierra de nadie que no me acaba de convencer del todo. Protagonizada por Eva León, Analía Ivars y sus inseparables Lina Romay y Antonio Mayans –que además ejerce como jefe de producción–, la historia comienza cuando en la costa aparece el cadáver de un tal Pocho Martín. El comisario Carlos Fernández está seguro de que la muerte no ha sido accidental al advertir arañazos en su cuerpo, algo que el forense Ramiro Sarmiento corroborará sus sospechas cuando descubra que Pocho tenía una bala alojada en el cráneo. Entonces aparece en escena un tal Óscar “el miserias” –Franco se reservó este pequeño papel para él–, una especie de vidente loco que le cuenta a Carlos la historia de unas sirenas malvadas que residen en el islote del ciervo y atraen a los marineros para matarlos. 
 

Evidentemente, ni el comisario ni el forense se creen tamaña chorrada, pero se van a la isla de marras, en donde encuentran a Lila y María –esta última, sorda y con una ligera deficiencia intelectual– que residen en un local en el que la primera ejerce la prostitución y tiene como principal cliente al poderoso y oscuro Raúl Sebastián. En fin, no os contaré nada más de esta Bahía blanca por si tenéis oportunidad y os da por verla y porque a partir de aquí el argumento se lía un poco convirtiendo a la película en uno de esos dramas en los que –sin sexo explícito ni sangre, una pena– hay violación, asesinato, embarazo no deseado, hijo secreto, suicidio y venganza. A destacar la fotografía de Joan Soler en una película que como os he dicho ates no llama la atención por las interpretaciones, con unos Mayans y León más merecedores de un Razzie, por ejemplo, que de un Goya. El guión también se lleva la palma en cutrez, con perlas como este diálogo entre la pareja formada por Andy y Silvia tras lo que parece su primera relación sexual: 
 
(Él) -Mi vida, ha sido maravilloso ¿verdad? 
(Ella) -Sí, a pesar de que me ha dolido mucho ¿a ti no? 
(Él) -Sí, está en carne viva. Pero no importa, lo esencial es haber comprobado que soy el primero. 
 
En resumen, para muy fans de la obra del Tío Jess con afán completista.

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