viernes, 3 de diciembre de 2021

Anthrax - Among the living (Island records-1987)


Ya he contado alguna vez que mi historia como seguidor de los Anthrax comenzó con su videoclip de Madhouse y que Spreading the disease me parece imprescindible. Sin embargo, cuando la banda lo petó internacionalmente fue después de editar este Among the living que hoy os traigo. Y es que no se puede negar que se lo curraron. Con la misma formación que en su anterior elepé, esto es Joey Belladonna a las voces, Dan Spitz y Scott Ian a las guitarras y coros, Frank Bello al bajo y coros y Charlie Benante a la batería, la banda contrató a Eddie Kramer –supongo que por ser declarados kissmaníacos, porque de otra manera no se entiende– en el que iba a ser el primer trabajo del productor con una banda de thrash metal. Sorprendentemente –para mi al menos, a lo mejor el tipo lo estaba deseando– Kramer aceptó el puesto y se metió con la banda en los Quadradial studios de Miami, donde hizo grabar los temas en grupo y en directo, dispuesto a captar la energía que los Anthrax desplegaban en los escenarios. 
 
Y la verdad es que Anthrax se han mostrado siempre contentos de haber trabajado con Kramer, pero también es cierto que en la fase final de grabación y mezcla –que tuvo lugar en los soleados Compass Point studios de las Bahamas– la banda tuvo que imponerse al productor, que quería un sonido final más producido y con diversos efectos mientras que Benante y compañía pretendían mantener la crudeza del material grabado en Miami. Finalmente, Anthrax lograron hacer valer su visión, razón por la que aparecen acreditados como coproductores del álbum. 
 

Y con una icónica portada de Don Brautigam, el disco salió a la venta con el siguiente track list
 
A 
Among the living 
Caught in a mosh 
I am the law 
Efilnikufesin (N.F.L.) 
A skeleton in the closet 
 
B 
Indians 
One world 
A.D.I./Horror of it all 
Imitation of life 
 
Así pues, el disco se inicia con Among the living, el tema que le da título, toda una declaración de intenciones con una guitarra cristalina, un raspado que parece imitar los latidos de un corazón y esa presentación a modo de fanfarria thrash... antes de que el ritmo se acelere y entre Belladonna con Benante llevando el tempo que a lo largo del tema sufre varios cambios de velocidad, algo que será una constante en el álbum. Pone la guinda un solo más que solvente a esta primera canción que sirve de botón de muestra del nivel que sigue a partir de ahora. Llega entonces Caught in a mosh, con otro inicio de guitarra que le atrapa a uno al primer sonido –a no ser que Mister Mister sea lo más heavy que uno disfrute– al que se suma ese bajo tan característico como pròlogo a una cabalgada con más cambios de ritmo. En resumen, otro temazo con un estupendo trabajo de Bello a las cuatro cuerdas –bastante maideniano en algunos momentos–, esos coros marca de la casa –no sé si llamarlos así es abusar del lenguaje– y unas guitarras asesinas de Ian a lo largo de todo el tema así como un buen solo de Spitz. Sin descanso, le sigue el tema que compusieron con el Juez Dredd en mente, ese I am the law imprescindible que Anthrax ejecutan magistralmente, aunque he de ser sincero y deciros que en algunos momentos las melodías vocales de Belladonna me parece que no encajan del todo bien en el resto de la estructura. Como es habitual en todo el disco, también aquí hay cambios de ritmo endiablados y un solo imaginativo. El inicio de Efilnikufesin con ese riff es de los que obligan a hacer headbanging y nos presenta otro temazo, de nuevo con un solo estupendo y un trabajo a nivel de banda superconjuntado. Y el fin de la cara llega con A skeleton in the closet, un tema machacón –Benante baquetea con fuerza mientras el doble bombo vuela y Bello toca el bajo con dedos supersónicos– que resulta megathrashero. A estas alturas, aún falta levantarse a cambiar el vinilo de cara y la descarga de energía y nos ha dejado exhaustos. 
 

Sin descanso, la cara B comienza con otro tema imprescindible en la discografía de los neoyorquinos, ese Indians con más riffs pesados, batería potente y cambios de ritmo que invitan a moshear (¿aún se hace esto en los conciertos?) o en su defecto dar vueltas por el comedor de casa. One world es otro rompecuellos, con riff poderoso, más cambios de ritmo, una andanada sónica en la que bajo, batería y guitarras encajan como una maquinaria engrasada –no puedo evitar hacer el paralelismo con las piezas de relojería por las que Spitz acabaría cambiando su guitarra años despues– sobre la que la voz de Belladonna vuela, siempre arropada por los coros rabiosos de Ian o Bello. La preciosa y sencilla instrumental A.D.I. nos da un pequeño respiro como prólogo de Horror of it all, más tralla en la línea de lo que llevamos oyendo a lo largo de todo el disco, todo un muro sónico ejecutado sin descanso por unos Anthrax en el mejor momento de su carrera. Riffs enérgicos de guitarra, baqueteo incansable y esa manera de aporrear el bajo a lo Steve Harris convierten a esta cancion –y su final acelerado– en otra de las imprescindibles de un álbum en el que se hace difícil escoger uno u otro tema por encima de los demás. Y eso que aún queda Imitation of life, que aunque parece que se mueve con el freno echado después de tanto derroche de energía, al poco de comenzar adquiere de nuevo velocidad y fuerza. Y si algo queda claro al acabar la escucha del disco es que es imposible seguir su ritmo, amigos. Hay que volver a poner la aguja al principio de la cara A, encajarse los auriculares de nuevo y repetir la escucha (varias veces, no es necesario el mismo día) para llegar a empaparse de tal cantidad de energía. Eso es al menos lo que me ocurrió a mi en su momento, que necesité de varias escuchas para asimilar la cantidad de riffs, cambios de ritmo y matices que atesora esta genialidad mucho más compleja de lo que en un primer contacto puede parecer. 
 


Total, que si eres un metalhead ochentero de pro, no puede faltarte este disco en tu colección. 
 

Bonus: En 1992, una amiga me trajo de Londres esta efigie en silicona de Not Man, la mascota de la banda que podéis encontrar –por ejemplo– en la contraportada del State of Euphoria, álbum del que os hablé aquí. Se trata de una marioneta digital, con huecos para poner los dedos por detrás y así poder mover las facciones de la cara para expresar enfado, sorpresa... en fin, una tontería. No obstante, a modo de mascarón de proa, la he llevado en el salpicadero de todos mis coches. Y ahí sigue, casi treinta años después. 
 
¡Feliz viernes! 
@KingPiltrafilla 
 
Entrada publicada simultáneamente en ffvinilo.blogspot.com 

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