domingo, 4 de abril de 2021

Village of the damned (1960)


Tras los rugidos de Leo, la cinta de este domingo tiene un inicio bucólico, con música alegre e imágenes de la campiña, con ovejas balando y un agricultor maniobrando su tractor. Mientras, en su mansión rodeada de verdes prados, Gordon Zellaby acaricia a su perro al amor de la lumbre y organiza el fin de semana invitando por teléfono a su cuñado, el Mayor Alan Bernard. Entonces, Gordon sufre un colapso y vemos que su perro también yace inmóvil en el suelo. No llevamos ni dos minutos de película y ya somos conscientes de que algo no marcha bien, lo que a estas alturas y sabiendo lo que vamos a ver no nos pilla por sorpresa. Así es, amiguitos, hoy os hablaré de la mítica Village of the damned, un clásico de culto del cine británico de horror del siglo pasado. Dirigida por Wolf Rilla y basada en una novela de John Wyndham, la película –de la que el gran John Carpenter rodó su versión a mediados de los 90– está protagonizada por un elenco encabezado por George Sanders y Barbara Shelley y nos muestra cómo unos niños malvados con poderes sobrenaturales someten a los adultos de un tranquilo pueblo campestre llamado Midwich. Y es que, cuando el Mayor Bernard llega al pueblo preocupado por la llamada interrumpida abruptamente, se encuentra con que todos los animales y personas del lugar han perdido la consciencia. De hecho, parece que cualquiera que entre en los límites del pueblo es atacado por un sopor inevitable. De pronto vuelven todos en si sin ser conscientes de lo ocurrido, con la sensación de haber despertado de un sueño y con un poco de frío. Poco tiempo después del incidente, las mujeres del pueblo quedan embarazadas –lo que trae no pocos problemas ya que algunas de ellas son solteras y otras tenían a sus maridos fuera por motivo de trabajo– y acabarán dando a luz a la vez antes de tiempo a unos niños asombrosamente parecidos los unos a los otros, unos críos que se desarrollan rápidamente y tienen el pelo rubio platino, además de una inteligencia asombrosa. 
 

Pronto seremos conscientes de que sus intenciones no son buenas y que sumado a una ausencia aparente de sentimientos, han desarrollado poderes que les permiten leer las mentes y comunicarse unos con otros telepáticamente como si en lugar de seres independientes formasen parte de un todo muy complejo. Además, tienen la capacidad de forzar a los demás a cometer actos a la fuerza, lo que incluye quitarse la vida. En fin, piltrafillas, como os he dicho, un clásico del cine de horror del siglo XX que me trae recuerdos de Invasion of the body snatchers, otro título mítico e imprescindible basado en una novela que –como en la película de hoy– también vio como años después se rodaba una nueva adaptación. Tampoco puedo evitar establecer ciertos paralelismos con Quién puede matar a un niño, de Chicho Ibáñez Serrador. Village of the damned es perturbadora, como toda historia en la que el mal está encarnado por algo en apariencia tan inocente como un niño, las interpretaciones son más que aceptables y su inolvidale fotografía en blanco y negro del veterano Geoffrey Faithfull en uno de sus últimos trabajos me la hacen preferir visualmente a la mencionada versión de Carpenter. En resumen, un gustazo imprescindible.

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