Me acerco al final de un año que quedará en la memoria de varias generaciones como aquel en el que la pandemia de COVID-19 golpeó al mundo con el trabajo de Alan Yee, un controvertido fotógrafo al que no puedo dejar de ver como a un Terry Richardson mexicano. Formado en Artes Visuales en Nueva York, allí inició una carrera el mundo de la moda que con el paso de los años le ha permitido crear un estilo particular caracterizado por un colorido intenso y vivo que ha acabado en páginas de publicaciones como Nylon, Cream, Vice, Vulkan o InStyle y una naturalidad que le ha llevado al retrato erótico como vehículo para contar historias emocionales y cargadas de sinceridad.
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