domingo, 15 de noviembre de 2020

Southern comforts (1971)


Piltrafillas, en época de sequía de estrenos, cada semana debo echar mano de películas en las que pretendo siempre encontrar algún atractivo o un mínimo de calidad para poder presentároslas como corresponde. No ha sido el caso de la que este fin de semana ha caído en mis manos. A modo de preámbulo, os diré que el Southern Comfort es un licor afrutado y especiado con base de whiskey que fue creado a finales del siglo XIX en New Orleans y que popularizó Janis Joplin al abusar sin complejos de este. Actualmente sólo lleva bourbon la versión Special Reserve. Y lo cierto es que todo esto no tiene nada que ver con la películilla de este domingo, pero su título me lo ha recordado. Es más, lo que os acabo de contar tiene quizás más interés que la propia cinta. Dirigida por Bethel Buckalew y coescrita por él mismo junto a Jack Richesin –que se reservó un papel en el film–, Southern comforts nos regala las interpretaciones –es un decir– del mencionado Richesin, Jacob Often, Judy Angel, Wendy Winders y Monica Gayle a la vez que nos cuenta la historia de tres mujeres a las que acompaña un tal Danny, algo así como su representante, que al parecer se dirigen a un concurso de belleza en un descapotable. 
 

Al poco de comenzar la película ya vemos el nivel de calidad argumental cuando una de ellas le enseña las tetas al conductor de una furgoneta y otra le muestra que no lleva bragas al tímido encargado de una gasolinera. Cuando el coche se estropea, no les queda otra que quedarse en la granja de un tipo que se hace llamar Coronel y tiene un hijo de lo más paleto, lo que las chicas aprovechan para reírse de él y provocarle. Total, que se acaba programando en el granero del Coronel un concurso de belleza entre las jóvenes y un par de granjeras a las que Danny convence, aunque antes de eso tiene lugar una orgía amenizada por un grupo musical hillbilly. Vamos un despelote de lo más bizarro. Y es que en Southern comforts nada tiene ni pies ni cabeza y todo no es más que una excusa mayúscula para que jovenes sin ropa desfilen por la pantalla en lo que es un subproducto destinado a los instintos más primarios del público masculino. Softcore, desnudos femeninos a tutiplén, escarceos lésbicos y poco más en un entorno redneck. La verdad es que Russ Meyer llevaba años haciendo cosas asi con mucho más gusto, humor, calidad formal y carga erótica. Sé que sabréis perdonarme.

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