sábado, 30 de noviembre de 2019

Destroyer: Brazo de acero (1986)


Gracias a una recomendación en Twitter, he podido disfrutar –no recuerdo haberlo hecho antes, la verdad– de este subproducto casposo de serie Z hecho en Italia con vocación internacional, que en nuestro país se lanzó en VHS como Destroyer: Brazo de acero y en realidad tenía como título un más filosófico Vendetta dal futuro. Protagonizada entre otros por un infumable Daniel Greene, la sueca Janet Agren y el pobre Claudio Cassinelli –perdió la vida en un accidente de helicóptero durante el rodaje– junto a la estrella de la serie B John Saxon, el argumento nos sitúa en los Estados Unidos en 1990 –sólo cuatro años después del rodaje, que es como hacer un filme futurista... pero no mucho, algo patético–, cuando la contaminación amenaza la vida humana. Contra eso lucha el reverendo Mosely, un líder ecologista ciego y paralítico que hace peligrar los beneficios de las grandes compañías relacionadas con la polución y la lluvia ácida, empresas como la KDS Inc de Francis Turner. Por eso Turner ha financiado un proyecto para crear un hombre biónico al que envía a matar a Mosely. Pero el asesino, en el último momento, se limita a dejar sin sentido a su víctima y huye al desierto. 


Por cierto, que en toda la película se refieren al cyborg como Peter cuando en el archivo que consulta su entrenador se ve claramente que su nombre es Paco –sí, como Paco Clavel o Paco De Lucía– Queruak. ¿Cosa de la versión española?, pues ni idea. Mientras se esconde, le perseguirá la policía, los mercenarios de Turner y unos camioneros pendencieros, a la vez que nosotros nos enteraremos de que Peter/Paco era un soldado que resultó muy malherido en una explosión y al que reemplazaron el 70% de su cuerpo con componentes electrónicos, convirtiéndolo en un cyborg de fuerza sobrehumana. La historia y la dirección eran de Sergio Martino –responsable años atrás de I corpi presentano tracce di violenza carnale y Lo strano vizio della signora Wardh, ambas de largo título y reseñadas aquí y aquí respectivamente– aunque para parecer más comercial utilizó el pseudónimo Martin Dolman. De hecho, el equipo técnico en pleno se cambió los nombres algo muy propio de la época– por lo que el director de fotografía John McFerrand, el director de arte Audrey Bellows o el editor Alan Beugen eran en realidad Giancarlo Ferrando, Massimo Geleng y Eugenio Alabiso. En fin, tan cutre como la propia película. Y es que la cinta de marras es como un batiburrillo de ideas robadas de otras películas. La que parece más clara es la referencia a Terminator. A ver, un cyborg enviado a matar a un humano que al final no lo hace, une sus fuerzas con una mujer y tiene una escena en la que ajusta las conexiones de su brazo... ¿a qué me suena eso?. Y no solo eso, la chica se llama Linda, como Linda Hamilton. Quizás sea casualidad, pero con la de nombres que hay, no sé, parece buscado. 


Luego están las referencias a Blade Runner, con la aparición de una rubia cyborg que parece mezcla de los personajes de Daryl Hannah y Joanna Cassidy –lleva una faldita de plástico, como la gabardina que llevaba Zhora– y que tiene los ojos naranjas, que era la señal que identificaba a los replicantes. Por cierto, el mismo Queruak duda al final sobre si alguna vez existió como humano, parecido a lo que le ocurre a Deckard. Y por supuesto, nuestro protagonista acaba siendo un Rambo, solo, perseguido por helicópteros y policías y con pasado militar. Y ya que hablamos de Stallone, no he podido evitar acordarme de él en Over the top, con todas esas peleas de pulsos con los camioneros. Aunque en ese año, la cinta de Menahem Golam aún no se había estrenado por lo que nos lo podemos tomar –esta vez sí– como una casualidad. Lo dicho, un despropósito casposo para nostálgicos sin vergüenza, con interpretaciones de pena –excepto quizás el siempre carismático Saxon en uno de sus típicos papeles– y banda sonora de synthwave ochentero a cargo de Claudio Simonetti. Puro italian trash


Como bonus, os acompaño una imagen de la Agren, actriz que se estableció en Italia en los años 60 iniciando una carrera de tres décadas bastante prolífica, la verdad, mayormente en el giallo, la comedia erótica o los spaghetti western.

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