domingo, 10 de febrero de 2019

Agonizando en el crimen (1968)


La reseña de hoy es para Agonizando en el crimen, una película española de la que hasta ahora nunca había oído hablar. Dirigida por el madrileño Enrique López Eguiluz –un realizador poco prolífico al que pocas veces se menciona al hablar del cine español–, esta cinta es algo así como la criatura de Juan Logar, protagonista, productor, autor del guión y compositor de la música de la misma. Es otro de esos hombres de cine –incluso fue realizador– que durante varias décadas ejerció de casi todo en la industria cinematográfica, aunque no consiguió labrarse una filmografía que le reportase demasiado reconocimiento. Protagonizada por el mencionado Juan Logar –nombre artístico de Juan López García–, Paul Naschy en un pequeño papel que alterna con la secretaría de dirección, la francesa Annie Sinigalia o la rusa Yelena Samarina, Agonizando con el crimen no es una de las películas más conocidas del cine español de los 60 aunque en su reparto aparecen figuras del cine y el teatro español como Tomás Blanco, Pepe Rubio o Irene Gutiérrez Caba


Con exteriores rodados mayormente en París, su argumento trufado de flashbacks nos cuenta como Jean, un estudiante de cuarto curso de medicina, asiste destrozado a la muerte de su novia Jacqueline en una sobrevenida y complicada intervención. Mientras va perdiendo la razón paulatinamente y comienza a creer que ella continúa a su lado, decide asesinar a estudiantes de medicina para que no lleguen a convertirse en cirujanos, culpables –según él– de lo que ocurrió en el quirófano con Jacqueline. Total, un thriller entretenido sin demasiada sangre y rodado con oficio, un producto de su época más que aceptable al que las tomas en la capital gala aportan una pátina de producto internacional y moderno. Eso sí, la modernidad debe entenderse enmarcada en la España de los 60. Hoy en día, un diálogo como el que transcribo para finalizar esta entrada sería objeto de furibundas críticas. 

-No concibo un bisturí en manos femeninas. 
-Sinceramente, yo tampoco, un cirujano debe tener el pulso muy firme para no temblar en ciertos momentos. 

Lo dicho.

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