domingo, 18 de noviembre de 2018

Land of the Minotaur (1976)


Mi segunda reseña de hoy es para una notable Land of the Minotaur, una cinta griega dirigida por Costas Carayiannis que desprende una atmósfera a producción de la Hammer bastante lograda, pese a cambiar los castillos o mansiones señoriales por una ermita en los Balcanes y una cueva en la que tienen lugar extraños ritos en honor de un toro antropomorfo de piedra que escupe fuego. El argumento nos cuenta como en una pequeña localidad griega desaparece una pareja de turistas interesada en el Minotauro sin que a nadie le importe. El Padre Roche, un sacerdote neoyorquino de origen irlandés que está al cargo de una vieja ermita, lo denuncia a la policía pero no le hacen ni caso. Cuando tres jóvenes norteamericanos visitan al párroco y le cuentan que quieren visitar las ruinas arqueológicas que hay en la zona, Roche les previene pero no puede evitar que desaparezcan también. Entonces, el sacerdote contacta con Milo, un antiguo alumno de Nueva York que ahora es detective privado y le pide ayuda. Cuando Milo llega al pueblo para encontrarse con el Padre Roche, coincide con Laurie –novia de uno de los turistas desaparecidos– y los tres inician una búsqueda que les llevará hasta el misterioso Barón Corofax. 


Amiguitos, protagonizada por el Peter Cushing y Donald Pleasance –la verdad es que la presencia de ambos ya convierte la visión de Land of the Minotaur en algo obligado–, la película también cuenta con el griego Costas Caragiorgis y con la actriz y cantante Luan Peters, habitual en cintas de la Hammer. Así pues, con estos mimbres, el resultado es muy satisfactorio y la ambientación, las interpretaciones y la fotografía son bastante aceptables. Evidentemente, la historia transita por senderos habituales en este tipo de películas por lo que no desvelo ningún secreto si os digo que al final el Padre Roche derrotará al Barón y a sus demonios adoradores del Minotauro, devolviendo la inocencia a los habitantes del pueblo que, al igual que nazarenos en Semana Santa o integrantes del Ku klux klan en una noche cálida de Louisiana, desfilarán en silencio hacia sus hogares. En fin, muy disfrutable. Como dato curioso, deciros que la música es de Brian Eno


Y como bonus, os adjunto el retrato de una alegre Luan Peters y la grabación de The Devil’s men, el tema que acompaña a los créditos finales, cantado por Paul Williams. Recomendada.

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