Amigos, antes de proseguir debo contaros una cosa para sentar las bases de la entrada y las opiniones que en ella vierto. Si del cerdo, hasta los andares, de Thin Lizzy, hasta el Renegade. Con eso os lo digo todo. En efecto, hoy quiero hablaros –y recomendaros su disfrute– de Chinatown, uno de los álbumes de los Lizzy que la crítica ha tratado siempre como una obra menor, con lo que para nada estoy de acuerdo. Con un Phil Lynott indudablemente en horas bajas, alcohólico, cocainómano y heroinómano y en un momento vital caracterizado por la inseguridad, en su momento se le acusó de haber tenido muchos problemas a la hora de componer las letras del disco, echando mano de rimas fáciles y clichés rockeros. Sin embargo, la verdad es que salvo en contadas excepciones, a mi me ha importado bien poco lo que decían las letras, centrando mi atención en la melodía, la entonación, los solos, los riffs y los arreglos musicales. En ese sentido, las voces siempre han sido para mi como un instrumento más. Así que, como si hablaban de la composición del champú de baño o de la salsa worcestershire.
A la hora de grabar el disco, el pobre Lynott se encontró con numerosos handicaps. A sus adicciones o las de Gorham se sumaron el abandono de Gary Moore –tuvo que reemplazarlo con Snowy White, un excelente músico que no encajaba demasiado en el ambiente Thinlizziano–, verse en la tesitura de dar continuidad a una obra maestra como Black Rose –del que os hablé aquí– y la decisión de dedicarse en paralelo con el mismo productor a dar forma a su primer disco en solitario, Solo in Soho. De hecho, tanto Kit Woolven como sus compañeros de grupo, se quejaron en su momento del comportamiento errático y anárquico de Phil, llegando incluso a existir momentos en los que no sabían si estaban tocando en temas para Chinatown o para Solo in Soho.
En fin amigos, que simplemente estamos en otra de las diversas versiones de Thin Lizzy que han existido en la historia –unas cuantas, por cierto, para los años que duró– pero tan reivindicable e imprescindible como las otras. Evidentemente, los arreglos no son tan complejos ni las letras tan trabajadas como en los 70, pero eso no deja de ser también un reflejo de la época, en un momento en el que estaba a punto de explotar la escena NWOBHM. La icónica portada es del habitual Jim Fitzpatrick –por cierto, yo tengo la versión española de 1985, sin el diseño en relieve original ni la funda interior con letras y foto de grupo– y el line up se compuso por Phil Lynott a las voces, bajo y ocasionales teclados, Scott Gorham y Snowy White a las guitarras y Brian Downey a la batería y percusión, con el aporte de Darren Wharton a los teclados y colaboraciones como la de Midge Ure.
Producido por un atareado Kit Woolven en los Good earth studios del Soho londinense, el track list de Chinatown fue:
A
We will be strong
Chinatown
Sweetheart
Sugar blues
Killer on the loose
B
Having a good time
Genocide (the killing of the buffalo)
Didn’t I
Hey You
We will be strong, con ese inicio tan típicamente thinlizziano, es una canción quizás simple y repetitiva pero muy pegadiza, con una melodía inolvidable y un buen solo, además de una interpretación estupenda a las voces por parte de Phil. Para mi, de las mejores del disco ya que transmite una alegría y buen rollo inmejorables. Le sigue Chinatown, tema título del álbum y otro pedazo de canción en el aspecto musical, tanto en las guitarras como en el carisma que desprende la voz de un Lynott muy tocado. Sweetheart es otro ejemplo de tema con un sonido marca de la casa, guitarras dobladas, solos elegantes, pero simpleza musical, lo que no es forzosamente malo. Sugar blues es mucho más enérgico y en mi opinión –pese a ese título– es bluesy pero nada edulcorado. Y finaliza la cara con la genial Killer on the loose, una de mis preferidas, de la que se filmó un clip típicamente ochentero, con un Lynott entre chulesco y colocado como protagonista poniéndose en la piel de Jack el Destripador. En fin, una cara A estupenda a la que no hacen justicia las acusaciones de que este Chinatown es un trabajo menor. Cualquier banda vendería su alma al diablo por hacer discos tan “malos” como este.
La segunda cara comienza estupendamente con Having a good time, otra canción llena de energía y buen rollo. Seguramente califico este disco desde la subjetividad más absoluta –soy fan irremediable del bajo y la voz de Lynott– pero esas guitarras, y ese mensaje fiestero que desprende –políticamente incorrecto pero rockero a tope–, presentando a la banda y afirmando que por la noche van a salir a emborracharse, es de lo más energizante. Y ahora otra de mis favoritas del álbum aunque pocas veces alguien la haya reivindicado, Genocide (the killing of the buffalo), efectiva pese a la falta de complejidad musical. Didn’t I es la balada del disco y, para ser sincero, nunca me ha llamado la atención. El final con Hey you es altamente recomendable, cañero con un solo enérgico y un estribillo pegadizo.
Para muestra de lo que os he dicho, varios botones.
Lo dicho, vinileros rockeros, una obra que para nada puede ser calificada de ser un contenedor de canciones de relleno y que merece constar entre lo mejor que este grupo grabó a lo largo de su historia. Pero ya os lo he dicho al principio, a lo mejor no tengo ni idea de lo que hablo y me dejo conducir por una subjetividad ciega. Lizzy forever.
¡Feliz viernes!
@KingPiltrafilla
Entrada publicada simultáneamente en ffvinilo.blogspot.com
Entrada publicada simultáneamente en ffvinilo.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario