domingo, 20 de mayo de 2018

Gorrión rojo (2018)


Completo mi aportación cinéfila del fin de semana con Gorrión rojo, el thriller de espionaje protagonizado por Jennifer Lawrence y Joel Edgerton junto a figuras como Jeremy Irons, Charlotte Rampling o Ciarán Hinds. Basada en la novela homónima de Jason Matthews, lo que el argumento cuenta es cómo Dominika Egorova, antigua bailarina del Bolshoi y sobrina de un alto cargo de los servicios de seguridad rusos, es obligada a convertirse en un gorrión –jóvenes espías que utilizan su cuerpo y la psicología para seducir a objetivos de occidente y conseguir información– con el objetivo de descubrir a un topo infiltrado en la inteligencia rusa. Dirigida por Francis Lawrence, un punto a favor de la cinta es que al parecer modifica un poco el tono de la novela otorgando a Dominika un mayor control sobre sus actos del que en realidad tenía en la historia original, donde queda retratada como una pobre víctima a la que manipulan los implicados en la trama a uno y otro lado del telón de acero, esa frontera que si bien cayó oficialmente a finales de los 80, nunca ha desaparecido del todo en realidad. 


Aunque quizás le sobren algunos minutos, opino que Gorrión rojo es una fantástica película de espías que se aleja de los caminos habituales del género, centrándose más que en la acción y la pirotecnia en la psique y las motivaciones –incluso la falta de ellas– de los agentes que el cine y la literatura han presentado casi siempre como héroes y que en muchas ocasiones no son más que víctimas. Muy recomendable, sin ser una cinta redonda del todo. Además, debo deciros que he visto la película en su versión original, donde se advierte que –pese a estar rodada en inglés– los personajes rusos como el de Dominika se expresan con acento ruso. En ese y en el resto de aspectos de su interpretación, Jennifer Lawrence está estupenda y demuestra una vez más que es algo más que una cara bonita y un cuerpo jovial. Eso sí, la identidad de Marble la he tenido clara desde el primer momento y el desenlace con su giro sorpresa también era obvio. Quizás es que ya tengo una edad y de joven leí mucho a LeCarré o Greene.

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