lunes, 2 de abril de 2018

Easter days in Baile Átha Cliath (I)


Amiguitos, estos días de Semana Santa se nos presentó la oportunidad de hacer una pequeña escapada a una ciudad europea así que nos decidimos por ir a Dublín, ciudad que aún no conocíamos y que puede recorrerse perfectamente en dos o tres días. La lluvia nos molestó un poco y tuvimos que dejar algunas cosas para otra ocasión –el inmenso Phoenix Park, por ejemplo– pero la experiencia ha sido muy positiva pese al agua y el frío. Así pues, del sol y los 15ºC de Barcelona nos fuimos a la lluvia y los 4ºC de Dublín, Dubh Linn o la ciudad oficialmente conocida como Baile Átha Cliath (BAC). 


Hay que decir que a nosotros no gusta caminar por lo que en la medida de lo posible intentamos no coger demasiados metros o autobuses en nuestras visitas por ciudades del extranjero. Es la mejor manera para respirar y ver todos los rincones y no sólo los puntos de interés turístico. En Dublín eso es de lo más factible ya que me ha parecido una ciudad a escala muy humana muy fácil de recorrer, siempre y cuando uno esté acostumbrado a ello y le guste hacerlo incluso bajo una incómoda lluvia. 


Lo primero que –además de agua– nos encontramos al llegar al barrio de Smithfield donde teníamos el hotel fue un graffiti dedicado a mi admirado Philip Parris Lynott, toda una señal de que la ciudad me recibía con los brazos abiertos. Lo segundo fue la moqueta de los pasillos del hotel –bastante roñosa, lo que no ofrece una idea real de la calidad más que aceptable del establecimiento–, con un diseño casi idéntico al del hotel Overlook, lo que encantó a mi esposa, una die hard fan de Stephen King. El viaje comenzaba bien. Total, que a partir de ahí os muestro imágenes del Liffey desde el puente de Capel Street y fotografías diversas de la zona de O’Connell Street –con la polémica aguja The Spire– y la zona comercial entre Parnell Street, Moore Street y Mary Street


De ahí a la zona de Temple Bar, el Trinity College, Nassau Street y la estatua de Phil Lynott en una callejuela perpendicular a Grafton Street, único “monumento” que no podía abandonar la ciudad sin perderme. Tras presentar mis respetos ante el hijo de Philomena y tomarme una pinta de Guiness en The Stag’s Head continuamos nuestro periplo en busca de un sitio para cenar, tras lo que finalizó un primer día remojado pero agradable.

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