Os presento hoy al francés Olivier Boeuf, un típico ejemplo de profesional que durante dos décadas había olvidado el placer de la fotografía al convertir su pasión en trabajo rutinario. En la actualidad se está volcando en los retratos tal y como le gusta hacerlos. La verdad es que no tiene un gran nivel –dudo que le veamos en las páginas de W, Numéro, ELLE o Marie Claire–, pero sólo por el paso que ha dado en aras de buscar su felicidad ya merece nuestro reconocimiento.
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