Amiguitos, cuatro años después del hard rockero Nastyvity in black, el genio de ese antiparaíso bizarro que es Nastylandia nos regala –porque a ese precio ya me diréis lo que es– este sorprendente Greendog. Lanzado internacionalmente este viernes, vuelve a contar con el tarraconense Quim Carro como encargado de la dirección artística, vamos, de los monigotes de la portada. En el aspecto musical, el hombre orquesta Johnny B. Nasty se encarga de voces, bajo, guitarra solista, teclados y programación de ritmos, con la colaboración de Edu A. Crime a la rítmica, Helena Ibern al saxo y el aporte en los coros –y supongo que acarreando cervecitas– de Jordi Ree Kohl, Julito Sedano y Luichi “Olbaid” Fuentes.
Total, que ignoro si los tiros van por ahí pero, Greendog me remite de inmediato a ese dicho popular “eres más raro que un perro verde” por lo que no me extrañaría que el título de este trabajo fuese de inicio toda una declaración de intenciones de un Johnny al que, después de los clásicos The rock circus y el mencionado Nastyvity in black, le ha salido de los huevos darnos en las narices con algo que –por lo menos yo– no hubiese esperado de él. Vamos, que ni me lo imaginé cuando hace un tiempo –como si de Bob Rock diciéndoselo a Kirk Hammett en las sesiones del St. Anger se tratase– me dijo que estaba preparando unas canciones sin solos de guitarra. Evidentemente, criado musicalmente entre los 70 y los 80, noté como me faltaba el aire y me flaqueaban las piernas pero me pudo más la curiosidad y esperé paciente a que Johnny diese forma a su retoño, este Greendog que hoy se hace realidad para el mundo.
Y sin más dilación paso a comentaros lo que podéis escuchar en el álbum, aunque ya os digo que lo mejor que podéis hacer es aflojar la mosca y conseguirlo calentito, por ejemplo aquí.
Greendog (Part 1) es una instrumental con perrillos ladrando, un sintetizador (¿en serio, eres tú, Johnny?) y un bajo que lleva la melodía de fondo. Si con Krusty y Autodestrucción –los temas que habían salido a la luz como adelanto– ya nos había sorprendido, el exfrontman de Nasty Army no deja lugar a dudas con esta intro sobre el giro estilístico radical que ha sufrido. Entonces comienza la estupenda y ya conocida Krusty, una suerte de mezcla entre Faith No More y Freak XXI, pegadiza y con una letra fantástica. Temazo total. Autodestrucción sigue la misma tónica –a estas alturas ya vemos que los Poison no eran el grupo que Johhny escuchaba mientras daba forma a este nuevo álbum–, con un ritmo machacón y otra letra fantástica y vigorizante, por la manera en que está escrita que no por el mensaje. Y es que llevamos sólo dos magníficas canciones y las palabras que retumban en mi cerebro son miseria, soledad, tristeza, depresión, ansiedad, incomprensión o autodestrucción. Vamos... alegría, alegría que llegó la Navidad.
Con M.H.E. –iniciales de Me han estafado– Johnny nos ofrece otro tema cargado de... decepción, reproches y un ritmo de batería endiablado. Oh, espera, si no hay batería. Es quizás el que veo más lineal, sin florituras, a lo placa placa (entiéndase como onomatopeya de ostia tras ostia). Y si hasta ahora había rabia o angustia, Gente rara y su –valga la redundancia– raro efecto en las voces nos remite esta vez a una historia que deja entrever el aislamiento de alguien que se siente diferente a todos. Maldad natura me trae imágenes de un director de pista circense siniestro que nos cuenta cosas de las gemelas Grady, Jason o Damien y del camino que puede tomar cada uno en su particular crossroad. Y Unplugged fuckneral trata sobre lo estúpido e innecesario de los funerales y posee un solo –¡por fin!... ah no, que es de saxo– sobre un riff pegadizo que se le mete a uno en la cabeza. Para completar el viaje al tren de la bruja llega Greendog (Part 2) que es una variación instrumental de la primera, con más ritmo de batería programada, sintetizadores y los ladridos del perro verde.
En fin, que ese podría haber sido un estupendo final, un cierre de círculo musical que me habría dejado entre satisfecho por el nivel de lo escuchado y hundido en la miseria por el leitmotiv de la obra... cuando entonces llega esa oda al optimismo –ironía mode on– que es Un día de mierda, con un estribillo que pone los puntos sobre las íes haciéndote ver, entre otras verdades igual de alegres, que “hoy te ibas a comer el mundo y sin embargo tendrás un día de mierda”. También encontramos el saxo de Helena Ibern en una especie de mezcla sonora mareante que podría representar a la vida zarandeándole a uno antes de que el estribillo se vuelva a repetir para poner fin con una melodía de teclados muy Roddy Bottum a la canción y –esta vez sí– al álbum.
Resumiendo piltrafillas, un descenso a los infiernos que espero que haya servido a Johnny B. Nasty para espantar sus demonios y encarar con ilusión una nueva etapa, tanto vital como musical. ¿Qué será lo siguiente, un disco de versiones a lo Pat Boone? ¿un homenaje a Georgie Dann? En Un día de mierda nos dice que “mal termina lo que bien empieza”, pero la puta verdad es que este aplastante Greendog comienza y finaliza de manera fantástica. Johnny puede sentirse decepcionado con la industria, con Twitter o con el mundo... pero sin duda debe sentirse orgulloso de lo que es capaz de crear para deleite de los que escuchamos sus creaciones.
Go for it, motherfuckers!
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