domingo, 2 de abril de 2017

Shin Gojira


Y mi segunda reseña dominical es para Shin Gojira, un reboot –tan en boga en estos tiempos– del clásico monstruo de la Toho Company. Escrita y dirigida por Hideaki Anno, con Shinji Higuchi como responsable de la realización de escenas de efectos especiales, es la puesta al día de las míticas películas kaiju con Gojira como protagonista. Así, trasladando la acción a la actualidad, lo que el argumento nos cuenta es como en la bahía de Tokyo se registran fuertes temblores y un súbito aumento de temperatura que provocan desperfectos en el túnel Aqualine, que une Kawasaki y Kisarazu. Mientras el comité de crisis del gobierno se reúne, la capital asiste a una pesadilla hecha realidad. Una criatura enorme ha salido de su letargo en el fondo del mar después de haber sido contaminada por un vertido rediactivo ilegal y se dispone a entrar en Tokyo a través del río Tama. Hasta aquí la sinopsis que todos conocemos y que sirve de presentación a esta moderna adaptación de las monster movies de los años 60. Sin embargo, para Toho, esta puesta al día del lagarto gigante es mucho más que una nueva película. Para la cinematografía nipona, el sentimiento ante Shin Gojira es el mismo que tendríamos nosotros si Zack Snyder hubiese rodado un par de largometrajes con Curro Jiménez de protagonista escondido en los Apalaches y luchando contra los indios Creek. La película es el intento de Toho Co. de recuperar un producto icónico autóctono arrancándolo de las garras de Hollywood. 


En ese sentido la apuesta de Anno e Higuchi está más enfocada a devolver a Japón a “su monstruo” que a construir una película competitiva internacionalmente a nivel de espectáculo, por lo que la pareja de realizadores se centra más en la angustia de hombres como Rando Yaguchi que intentan combatir la amenaza en lugar de regalarnos escenas impactantes. Y es que la incapacidad para tomar una decisión de las élites niponas es tan exasperante que incluso se hace incomprensible para los espectadores occidentales. Así, podemos advertir una vez más las claras diferencias entre la socidad nipona y el mundo occidental desde el inicio de la película, con un ser apareciendo junto a la costa de la capital y avanzando hacia tierra firme mientras se van produciendo reuniones y más reuniones con políticos y científicos para analizar el suceso sin que se efectúe un solo disparo. En Nueva York, a estas alturas ya estaría el ejército desplegado y las bombas lloviendo sobre la bestia con generales cargados de testosterona al mando de las operaciones. Uno no puede evitar sonreír cuando las autoridades descubren gracias a la colaboración de una asesora del gobierno estadounidense que el bicho se llama Godzilla, pero exclaman que “ese nombre se lo han puesto los norteamericanos pero en japonés se lee Gojira”. Total, que no estamos ante otra cosa que un país recuperando a un símbolo perdido de la pantalla, aunque sea a costa de permitir en la ficción que la ONU otorgue a los Estados Unidos el permiso para utilizar armas nucleares sobre suelo nipón. Sí amiguitos, un guión que toca la fibra de la memoria colectiva del país del sol naciente. El resultado es interesante y entretenido pero claramente inferior en cuanto a calidad técnica a las entregas de 1998 y 2014. No obstante –como buscaban sus nuevos padres–, es mucho más japonés en su psicología y desarrollo. Ahora se tendrá que ver si Toho saca rédito de ello aprovechando el reboot para iniciar una nueva saga de kaiju o estamos ante una flor de un día (que, en estas fechas, seguramente será de cerezo). A mi me ha gustado, pero por todo lo expuesto, creo que estamos ante un producto únicamente indicado para fans del cine y la cultura niponas.

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