jueves, 30 de marzo de 2017

Ken Matsuyama


Piltrafillas, si por algo se caracteriza la sexualidad nipona es por esa enfermiza tendencia a la pedofilia que se muestra sin recato en una sociedad en la que coexiste la manifestación pública de todo tipo de material relacionado con el sexo y las relaciones sexuales –no es para nada un tema tabú– con un recato y un pudor extremos que provocan que esa faceta se lleve a cabo en la intimidad, a escondidas, como si a nadie le diese reparo hablar de algo que en el fondo todos advierten como no muy normal en el mundo en el que vivimos. Claro que, para la mentalidad japonesa, el mundo son ellos y el resto de los habitantes de la Tierra no somos más que vulgares gaijin que no estamos facultados para comprenderlos. Todo ello puede advertirse en la obra pictórica de este artista de Kyoto llamado Ken Matsuyama, autor de unos óleos turbadores en los que –además de otros temas– utiliza cuerpos femeninos infantiloides en poses provocativas, acaso como método para mostrar una realidad incómoda del pais.

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