The Gladiator
Amiguitos, siendo esta la cuarta película de Abel Ferrara de la que os hablaré, creo que no está de más haceros una corta presentación del director y actor italo-irlandés. Tras una incursión en el porno con 9 Lives of a Wet Pussy y el slasher con la interesante The driller killer –de la que os hablé aquí–, este realizador del Bronx realizó una estupenda incursión en el rape & revenge que tituló Ms.45 que también apareció en este espacio. Pero antes de rodar la que sería una de sus obras más icónicas –la genial King of New York, comentada aquí–, Ferrara dirigió unos cuantos títulos para televisión, entre los que se encuentra el que protagoniza mi segunda entrada cinematográfica de este domingo, The Gladiator. La cinta, protagonizada en sus principales papeles por Ken Wahl, una Nancy Allen que venía de protagonizar The Philadelphia experiment –y estaba a punto de hacerse mundialmente famosa al participar en las tres entregas de RoboCop– y el solvente y prolífico Robert Culp, que por entonces era muy conocido en nuestro país por aparecer en la estupenda comedia televisiva El gran héroe americano, nos cuenta como un asesino de la carretera embiste con su potente automóvil a desprevenidos conductores provocando que tengan accidentes mortales.
Cuando un mecánico llamado Rick sufre uno de esos accidentes y fallece su hermano, después de pasar por terapia y descubrir la desgracia de otros familiares de víctimas de conductores borrachos, imprudentes o pendencieros, decide convertirse en vigilante y buscar a los culpable de tanta desgracia. Conocido por la policía como Gladiator, la incógnita es si las autoridades lograrán detenerlo antes de que en su cruzada se tope con el asesino de su hermano y se tome la justicia por su mano. Piltrafillas, evidentemente estamos ante un subproducto para televisión, una película de bajo nivel que no destaca ni en su aspecto formal ni en el interpretativo. Por supuesto, cualquiera de las tres que he mencionado al principio son muchísimo mejores que esta The Gladiator. Aún así, resulta entretenida y los personajes son aceptablemente creíbles. No obstante y pese a que recomiendo su visión, esta se justifica únicamente por el carácter maldito de su director y por la nostalgia que desprende a cinta de VHS gastada por el uso. Es decir, que si sois unos amantes de la caspa ochentera, seréis capaces de esbozar una sonrisa mientras la veis degustando un copazo de ron añejo. De no estar en ese grupo de seres, mejor que no intentéis aproximaros a ella.
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