La primera reseña de hoy se la dedico a Ouija 2: El origen del mal, escrita y dirigida por Mike Flanagan y precuela de Ouija, una cinta de hace dos años de un tal Stiles White en su única incursión como realizador cinematográfico hasta el momento. La historia que nos cuenta transcurre a finales de los años 60 en Los Angeles, en la casa de Alice Zander y sus hijas Lina y Doris. Después de enviudar, Alice se ha dedicado a regentar un negocio de espiritismo. Los contactos con el más allá, los objetos que se mueven, las velas que se apagan... todo es producto de la teatralización y los trucos que la mujer –con la ayuda de sus hijas– lleva a cabo. Sin embargo, no se toman su trabajo como un fraude sino que pretenden ayudar anímicamente a sus clientes con el fin de que superen la pérdida de sus seres queridos, algo que las Zander comprenden perfectamente tras la desaparición del padre de familia tiempo atrás. Un día, la hija adolescente juega con sus amigos a la ouija y convence a su madre para que se haga con un tablero y lo incluya en sus sesiones. Pero una noche la pequeña Doris lo utilizará para contactar con el espíritu de su añorado padre propiciando que se abra la puerta por la que un ente malvado entrará en su cuerpo.
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