Amigos, un viernes más como cada quince días me paso por este aguje... este acogedor blog (je je je) para hablaros de uno de los cedés de mi colección. Esta vez, siendo la semana del jalogüín de los cojones, estaba bastante a huevo que los protagonistas de la entrada fuesen Helloween, una banda de power metal de Hamburgo a la que seguro que todos conocéis. Y lo cierto es que casi no he podido hacer la gracia porque debo confesaros que éste es el único álbum de los germanos que poseo ya que cuando aparecieron en escena allá por la segunda mitad de los 80 del siglo pasado –joder, qué lejos parece– me resultaron bastante sobrevalorados y no les dediqué atención hasta la época de su segundo Keeper y ese I want out que se metió en mi cabeza para no salir nunca jamás (por cierto, con vídeoclip rodado en nuestro país). Un día de estos me haré con los vinilos de los dos Keeper, palabra. Pero entonces Kai Hansen abandonó el grupo que había fundado y la banda comenzó a perder el rumbo, lo que propició la posterior salida de su vocalista y el despido del batería. La llegada del cantante Andi Deris, hasta entonces en Pink Cream 69, supuso un –como se dice habitualmente– soplo de aire fresco que cristalizó en el Master of the rings de 1994 y sobre todo en este The time of the oath que hoy os comento.
No es una casualidad que eso ocurriese ya que toda la banda se puso las pilas para dar forma al cedé que tenía que volver a situarlos en lo más alto del power metal, algo que ya se intuye con sólo ver la portada de Martin Zeissler en la que se recupera la figura del Keeper of the seven keys cambiando las estrellas del universo bajo la capucha por los anillos de la portada del mencionado Master of the rings. Para hacer honor a la verdad, el grupo no alcanzó el nivel de estrellato de antaño pero salió del pozo en el que había caído regresando a las primeras filas del género.
Así pues, producido por Tommy Hansen en los estudios Chateau du Pape de Hamburgo, la formación del momento –Andi Deris a las voces, Michael Weikath y Roland Grapow a las guitarras, Markus Grosskopf al bajo y Uli Kusch a la batería con la colaboración a los teclados de Jorn Ellerbrock y el mismo Hansen– grabó este más que notable The time of the oath, que fue dedicado a la memoria de su antiguo amigo y batería Ingo Schwitchtenberg, quien se acabó suicidando tras dejar la banda por culpa de sus problemas mentales agravados por el consumo de drogas y alcohol.
El cedé, del que yo poseo una copia británica en edición especial que incluye un pequeño póster, tenía el siguiente track list:
We burn
Steel tormentor
Wake up the mountain
Power
Forever and one (Neverland)
Before the war
A million to one
Anything my mama don’t like
Kings will be kings
Mission motherland
If I knew
The time of the oath
El álbum se inicia con We burn, una caña de canción que sin entrar en comparaciones demuestra que Uli Kusch fue una buena eleccion para reemplazar a Schwitchtenberg. Y es que en su debut del anterior Master of the rings, Kusch llegó a la banda cuando el proceso creativo del disco estaba casi finalizado, pero en este se presenta como solvente compositor además de como estupendo intérprete. Mucho más completa es Steel tormentor, otro pelotazo con un riff que posee el típico toque Helloween y que hasta tiene ecos maidenianos. Gran tema. Wake up the mountain tiene unos bonitos arreglos, notable presencia del bajo y un estribillo muy pegadizo. Sin duda, otro temazo del álbum. Con Power –que fue escogido como primer single– volvemos al sonido típico del grupo. No en vano se trata de una composición en solitario de Weikath, que ya sabemos que tiene querencia por su estilo habitual. Y tras la caña, la balada –también uno de los tres singles que finalmente se escogieron del album–, firmada por Deris, con profusión de teclados y que, pese a ser resultona, no es que sea ningun prodigio de composición.
La siguiente es Before the war, otra cabalgada de batería y riffs asesinos, con una sección central de dobles guitarras y solos muy interesante. Entonces llega A million to one, una de mis preferidas del cedé y la que yo hubiese editado en single en lugar de la balada anterior. Anything my mama don’t like no me dice gran cosa –manera elegante de expresar que la encuentro del todo prescindible– y, para mi, tiene la única función de servir de preámbulo a Kings will be kings, otra composición de Weikath en solitario que sigue la habitual pauta de los Helloween más clásicos. Mission motherland es el tema más largo del cede, 9 minutos con cambios de ritmo, partes instrumentales... muy interesante. If I knew es una nueva balada con mucho más sentimiento y mayor complejidad que la escogida como single, que era más simple y pastelosa. Por último, pone la guinda –y vaya guinda– otro de los singles del disco y el tema con el que conocí el álbum, la impresionante y épica The time of the oath, metal pesado en estado puro. Mi favorita, un pedazo de tema que da título al disco y con el que finaliza esta séptima obra de los alemanes, a quienes admito que hace años dejé de prestar atención y que el año pasado lanzaron un My God-given right al que no dediqué ni un minuto y que a la hora de escribir estas últimas líneas he decidido dar una oportunidad.
Y para que podáis disfrutar un buen rato, acompaño la grabación completa del cedé que hoy os presento.
¡Feliz fin de semana!
©King Piltrafilla
Entrada publicada el pasado viernes en zeppelinrockon.com
Entrada publicada el pasado viernes en zeppelinrockon.com
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