Amigos, a los Faith no more los descubrí con el single Epic, un temazo apabullante que me hizo lanzar de cabeza a la tienda de discos para hacerme con el vinilo de The real thing, un álbum sin desperdicio y primero de la banda con Mike Patton en las voces. El lanzamiento de ese disco coincidió con un aumento de popularidad de los de San Francisco en círculos metaleros, gracias a la MTV y –sobre todo– por la visibilidad que les otorgó la aparición de unas fotos de James Hetfield con una camiseta del grupo. La verdad es que la valía de Patton y compañía estaba fuera de toda duda, pero en la actualidad hasta ellos admiten que el gesto del de Metallica, gran amigo del guitarrista Jim Martin, fue un empujón publicitario de gran magnitud. Así que a principios de los 90, con el mundo del heavy y el thrash en plena fiebre de mezcla de estilos –Living Colour, Suicidal Tendencies o Alice in Chains compartían espacio en las revistas con Kiss, Iron Maiden o los Guns n’ Roses– no dudé en tirarme de cabeza a por este Angel dust tan pronto como llegó a la cubeta de las tiendas. Después de su anterior álbum, el listón estaba alto pero la verdad es que la banda cumplió con creces las expectativas que había generado alumbrando su obra más vendida, fruto de un proceso creativo que acentuó las diferencias de la banda con su guitarrista y acabó propiciando su salida de las filas del grupo tras la gira de presentación del disco.
Pero antes de eso y después de un año y pico de descanso tras su gira de presentación del anterior The real thing, los Faith no more entraron en los Coast recorders y los Brilliant studios de San Francisco con Matt Wallace para dar forma a una larga colección de temas escritos por el bajista Billy Gould, el teclista Roddy Bottum, el batería Mike Bordin y el vocalista Mike Patton –quien se encargó de todas las letras– mientras Jim Martin aportaba sus riffs de guitarra.
El resultado fue el desmesurado Angel dust, un álbum que llamaba la atención por su elegante portada mostrando una garza real blanca en un fondo azul celeste –diseño de Kim Champagne sobre una foto original de Wernher Krutein– que engañaba acerca de lo que uno podía encontrar en sus pistas.
El track list era:
Land of sunshine
Caffeine
Midlife crisis
RV
Smaller and smaller
Everything’s ruined
Malpractice
Kindergarten
Be aggressive
A small victory
Crack Hitler
Jizzlober
Midnight cowboy
A la hora de analizar el cedé tema a tema se me hace muy complicado al tratarse de un álbum tan extenso, complejo, experimental y aún así cohesionado estilísticamente. No obstante, intentaré daros algunas impresiones sobre lo que se os viene encima si decidís acercaros por primera vez a esta joya. A aquellos que la conozcáis no hace falta que os cuente nada. Land of sunshine nos ofrece guitarrazos, un bajo omnipresente al igual que ese teclado con melodías de pélicula de terror y un Patton desatado haciendo varias voces, dando forma a un tema estupendo, una mezcla ecléctica e inclasificable de metal, funk, pop y desvaríos sónicos, psicodelia en estado puro y todo un temazo como presentación de la que para muchos es la mejor obra de estos norteamericanos. La siguiente canción es Caffeine, otro trallazo de alto nivel en el que Bottum y los suyos siguen los mismos parámetros. Midlife crisis es otro estupendo tema en el que, por si no había quedado clara hasta ahora, se manifiesta la versatilidad de Patton como vocalista demostrando que junto a los teclados de Bottum, su aportación es el hilo conductor de un disco al que el bajo de Gould y la guitarra de Martin ponen el envoltorio, sin desmerecer a Bordin a la batería que cumple con creces pero, en mi opinión, destaca menos en ese maremagnum sónico. RV nos da un poco de descanso para que podamos preparar el cuerpo y afrontar Smaller and smaller, Everything’s ruined y la monolitica Malpractice. Kindergarten es más de lo mismo, o sea, de lo mejorcito. Be aggresive es algo así como hip-hop metal y cuenta con la colaboración a las voces de un coro de cheerleaders –de hecho, la cancion va sobre la felación– además de unos arreglos de teclados de alucine y unas guitarras funky-psicodélicas. A small victory es inclasificable, una estupenda mescolanza de sonidos, samplers, idas de olla y pop-funk-metal que precede a la alucinante Crack Hitler. Jizzlober es de lo más extremo, con una base de guitarra y bajo muy metalera y un Patton histriónico y desbocado que finaliza con unos teclados grandilocuentes a lo órgano eclesiástico con coros, el perfecto final que tras un álbum así le deja a uno con la boca abierta y sin resuello. Pues no, ese aún no es el final, entonces suena la instrumental Midnight cowboy, original de John Barry y aquí versioneada de manera admirable para poner la guinda a un álbum imprescindible que debe escucharse varias veces en total concentración –nada de tenerlo de fondo mientras uno se dedica a otros quehaceres– para poder ser degustado y disfrutado como corresponde y como merece una obra de arte así.
Total, que os adjunto el cedé completo, así como un vídeo de casi cuatro horas –para superfans– sobre la grabación del álbum, con entrevistas y tomas del proceso de creación en el estudio. Un documento muy interesante.
¡Feliz fin de semana!
©King Piltrafilla
Entrada publicada el pasado viernes en zeppelinrockon.com
Entrada publicada el pasado viernes en zeppelinrockon.com
Pedazo trabajo. Cómo se nota que lo tengo jaja
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