Mi primera reseña de hoy es para Erotikkuna Kankei, del realizador Kôji Wakamatsu, un tipo del que sólo os puedo decir que se llama como el conductor de Mazinger Z. La cinta, de inicios de los 90, tiene un comienzo algo surrealista –es japonesa, tenemos que estar abiertos a todo–, con una portavoz del gobierno anunciando que la película es un plagio de la obra de un novelista francés, expresando su deseo de que Cannes no la preseleccione para el festival y afirmando que el presidente Miterrand esta llorando de rabia, mientras se dirige a los espectadores diciéndoles que espera que abandonen la proyección antes de exclamar un ¡Viva Francia, gloria a Francia!. En fin, que el argumento que se nos presenta tras ese comienzo grotesco es la historia de Kishin y Rie, el dueño y la joven empleada de la agencia parisina de detectives Kishin Shinoyama –nombre que es un homenaje al reputado fotógrafo nipón conocido por sus retratos en blanco y negro llenos de sensualidad, una mezcla de Helmut Newton, Robert Mapplethorpe y Nobuyoshi Araki– que a causa de la falta de trabajo están al borde de la quiebra y se dedican también a hacer de guías para los autobuses de turistas que visitan la capital gala. Su suerte parece cambiar cuando les contrata un hombre misterioso llamado Okuyama –el estupendo Takeshi Kitano en un pequeño aunque importante papel– para que vigilen a su amante, una francesa llamada Loren, que él cree que le está engañando. Lo cierto es que tiene toda la razón porque resulta que Loren es también la amante de un jefe mafioso, entre otros hombres.
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