domingo, 21 de agosto de 2016

Angels die hard


Piltrafillas, a mediados de los años 70, se estrenó en televisión la serie Hombre rico, hombre pobre. Sus protagonistas principales fueron Peter Strauss y Nick Nolte, pero quién acaparó más atención del público –sobre todo en España– fue William Smith en su papel del canalla Anthony Falconetti, un personaje tan carismático a la par que execrable que en el vocabulario popular se introdujo el apelativo falconeti para designar a personas de manifiesta maldad. Pues bien amiguitos, os cuento esto porque en esta Angels die hard de la que os quiero hablar hoy aparece William –no confundir con el príncipe de Bel Air– en un papel anterior pero igual de infame. Dirigida y escrita por Richard Compton, esta cinta de género bikesploitation nos cuenta como una pandilla de moteros llamados Angels llegan a Whiskey Flats, una pequeña localidad californiana a orillas del lago Isabella, a medio camino entre el mar y el Valle de la Muerte –en realidad el lugar se llama Kernville desde que a mediados del siglo XIX cambió su nombre– y empiezan a liarla propiciando una batalla campal con algunos habitantes del pueblo. El sheriff sólo realiza una detención, pero hace un trato con Blair –el jefe del grupo– y le dice que si cogen sus motos y se van, en un par de días soltará a su compañero. Vemos que en el pueblo, típica morada de palurdos, están en fiestas –se nos muestra, por ejemplo, cómo los zagales persiguen a un cochinillo dentro de un cercado a modo de ejemplo del tipo de actividades que se llevan a cabo en los festejos– y nosotros conocemos a la joven Nancy y su pretendiente galán. Total, que el sheriff se ve obligado a cumplir su palabra y dejar libre al motero. En los momentos previos a que este abandone Whiskey Flats vemos como la inocente Nancy observa embelesada la Harley-Davidson del pandillero, fascinada por lo que representa, esa metáfora de libertad, excitación y peligro como contrapunto a su vida en ese agujero de rednecks


Pero el motorista nunca se reunirá con sus compañeros de la banda porque fallecerá en extrañas circunstancias al abandonar los límites del condado de Kern. Así que, cuando los Angels se enteran, regresan con el cadáver de su amigo a Whiskey Flats para oficiar un funeral e intentar averiguar lo ocurrido. Amiguitos, pese a que ya hemos visto que se trata de unos tipejos pendencieros y misóginos y el realizador nos los presenta con una imagen de zopencos, verdaderos mastuerzos con nivel intelectual limitado y escasa concentración neuronal en el cerebro, lo primero que hacen los Angels –por cierto, a estas alturas ya hemos podido advertir el carisma de William Smith como lugarteniente de Blair, el típico hombre que está tras el jefe, asesorándole, conteniéndole y en definitiva, dirigiendo el grupo en la sombra– es ayudar a la población en la salvación de un crío. Por otra parte, lejos de lo que cualquiera esperaría –recordad Mad Max–, los moteros no se han dedicado a arrasar el pueblo. Por eso, cuando Nancy desaparece y acusan a la banda, nuestras simpatías están con Tim, Blair y compañía. En fin, piltrafillas, si os digo la verdad, la película es bastante mala. El guión es de pena, la historia no tiene profundidad y sobran escenitas de choppers por la carretera –por cierto, el triciclo customizado que remolca el féretro es de lo más cutre–, pero es un pequeño exponente del género que me ha parecido bien presentaros.

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