miércoles, 25 de mayo de 2016

Bruce Dickinson – Balls to Picasso (1994)


Amigos, tras el debut en solitario de Bruce Dickinson que supuso Tattoed millionaire –álbum coescrito junto a Janick Gers–, cuatro años más tarde el vocalista buscó la colaboración de Roy Z y sus Tribe of Gypsies para dar forma al muy recomendable Balls to Picasso, un cedé cuya infame portada –todo hay que decirlo– no estaba a la altura del contenido. Y es que la concepción del disco no fue fácil. Bruce llegó a Roy después de probar con otros músicos y el productor Keith Olsen fue cambiado en el último momento por Shay Baby, uno de sus ingenieros y colaboradores. Shay conocía a los Tribe of Gypsies y fue quien hizo de puente entre ellos y Bruce Dickinson, que se enamoró del sonido mezcla de ritmos africanos y latinos que la banda de Roy estaba creando junto a Shay


Así fue como Balls to Picasso se grabó para EMI en diversos estudios de Londres –baterías en los Townhouse y los Battersea studios, bajos en los Westside studios y el resto en los Metropolis de Chiswick– con Roy Z a las guitarras, Eddie Casillas al bajo, David Ingraham a la batería y la colaboración de Mario Aguilar, Dean Ortega y Doug Van Booven –todos de Tribe of Gypsies– con Dickie Fliszar, que había substituido a Fabio Del Rio para el tour del Tattoed millionaire, en la batería del excelso Tears of the dragon

Con una portada muy simple de Simon Fowler, Dickinson puso en las tiendas su segundo trabajo fuera del amparo de la Doncella de Hierro con el siguiente track list:

Cyclops
Hell no
Gods of war
1000 points of light
Laughing in the hiding bush
Change of heart
Shoot all the clowns
Fire
Sacred cowboys
Tears of the dragon 


Cyclops es estupenda, llena de arreglos, con un bajo a lo Faith no more –salvando las distancias, claro– y estupendas guitarras. Hell no es otro tema del mismo estilo, con mucha presencia del bajo de Eddie Casillas y total omnipresencia de Roy y Bruce, los protagonistas absolutos de un disco que, aunque quizás no sea tan puramente dickinsoniano como su primera obra, es mucho más redondo e interesante que aquella. Gods of war es una cancioncilla con percusión tribal de Ingraham y Van Booven y un buen trabajo vocal de Bruce vestido por la guitarra de Roy pero que en mi opinión no destaca demasiado. La siguiente es 1000 points of light, mucho mejor, con un estribillo pegadizo y unas guitarras frescas y variadas. Laughing in the hiding bush es muy metalero y supone otra estupenda muestra del buen hacer vocal de Dickinson y de la calidad compositiva e instrumental de Mr. Ramirez. Unos sonidos de corte latino abren la preciosa Change of heart, un tema lento fantástico que para mi es uno de los highlights del cedé. 

Nos encontramos entonces con Shoot all the clowns, una canción que se convirtió inexplicablemente en single y que se grabó a petición de la compañía una vez el disco estaba casi terminado –de hecho, la banda lo hizo en Los Angeles y Reno, muy lejos de Londres–, con un estilo semejante a lo que Aerosmith estaban haciendo y que no guarda demasiada relación con el sonido del resto del álbum. Fire es una cancioncilla que considero prescindible por lo que no me extenderé. Sacred cowboys es otro tema que no está nada mal pero que se me hace extraño en la voz de Dickinson, con unas buenas guitarras y que –llamadme rarito si queréis– me suena horrores a Armored Saint en el aspecto musical, lo que para nada es malo, todo lo contrario. Pero, amigos, la verdad es que todas y cada una de las canciones escuchadas hasta el momento no son más que el prólogo a la impresionante Tears of the dragon –compuesta totalmente por Bruce– que cierra el cedé de una manera fabulosa, una canción de impresionante factura con una melodía preciosa, una interpretación vocal maravillosa y un trabajo instrumental acorde con todo ello. Sólo por ella valía la pena comprar el álbum. 


Y eso es todo por hoy. Si aún no lo habéis hecho, dedicadle una escucha al Tito Bruce. No os defraudará. 


¡Feliz fin de semana! 
©King Piltrafilla

Entrada publicada el pasado viernes en zeppelinrockon.com

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