Amigos, si exceptuamos su primer álbum homónimo que se inicia con esa hipnotizante Strangehold que te mantiene ensimismado –en un estado de semilevitación que no deja pulsar el stop pese a sus más de ocho minutos–, acompañada de temazos como Stormtroppin’ o Motor City Madhouse, la verdad es que el señor Theodore Anthony Nugent nunca me ha convencido. Sin embargo, cuando –tras la pista de Jack Blades, a quién seguía desde sus tiempos de Night Ranger– descubrí a los estupendos Damn Yankees, me dio por darle una oportunidad al guitarrista loco de Detroit. Así es como me hice con un cedé de este tipo, ecogiendo –no me importa admitirlo- el que me llamó la atención por su portada, inconfundible, del peruano Boris Vallejo. Y es que el personaje, aunque soy consciente de que debería separar su faceta artística de la personal, se me hace muy antipático. Miembro de la NRA, colaborador del Partido Republicano, furibundo enemigo de las drogas y el alcohol pero defensor de la caza, la tenencia de armas y todo un bocazas que en más de una ocasión ha cargado contra la inmigración ilegal, lo cierto es que la figura de Nugent no deja indiferente. Si lo pensamos bien, eso puede entenderse incluso como un piropo. No hay nada peor que ser gris y anodino, y mucho más en el mundo del espectáculo.
Ted Nugent alcanzó la fama como guitarrista de los Amboy Dukes, banda creada en el glorioso 1967 –año en el que nacim... nacieron seres excepcionales– que existió hasta que este melenudo de Detroit enamorado de las ballestas y los rifles deicidió emprender una carrera en solitario a mediados de los 70. El éxito fue inmediato, sobre todo a causa del carisma de Nugent, un tipo con pinta asalvajada que en el escenario se comportaba como una apisonadora sónica. A finales de los 70, en los Estados Unidos Nugent era sinónimo de Hard Rock con álbumes en su haber como Ted Nugent, Cat scratch fever o Weekend warriors. Pero con la nueva década – recordad amigos, el thrash, el hair metal, la llegada de grupos procedentes de la NWOBHM– Nugent vio como, pese a gozar del reconocimiento de sus seguidores, las ventas comenzaban a disminuir paralelamente a su búsqueda de sonidos más acordes con los gustos de las emisoras de radio. Y así es como nos plantamos en verano de 1983, en los neoyorquinos Power Station studios y con Ashley Howe a los controles, un productor británico que llegaría a trabajar con Uriah Heep o Hawkwind, entre otros.
Así, con un line up que incluía a Brian Howe a las voces, Dough Lubahn al bajo, Bobby Chouinard a la batería y Alan St. Jon a los teclados, Nugent –guitarra, bajo y voces– facturó para Atlantic Recording Corp. este Penetrator que hoy os presento y cuyo track list fue el siguiente:
Tied up in love
(Where do you) Draw the line
Knockin’ at your door
Don’t you want my love
Go down fighting
Thunder thighs
No man’s land
Blame it on the night
Lean mean R&R machine
Take me home
Y a modo ilustrativo, os acompaño las grabaciones de Tied up in love, un pelotazo de guitarrero inicio con coros, teclados y la fuerza de Nugent, (Where do you) Draw the line compuesta por Bryan Adams y Jim Vallance, resultón pero bastante simple en mi opinión, demasiado enfocado a la radio, Knockin’ at your door, temazo con estupendas guitarras, Go down fighting –una de mis favoritas–, Thunder thighs, un tema más guitarrero y enérgico que el resto del cedé que entronca con su pasado, No man’s land, otro trallazo de hard rock clásico que imagino perfectamente cantada y tocada por Ace Frehley, por ejemplo, y Take me home, un temita suave, con acústicas y coros a lo góspel para poner fin de manera calmada y elegante a un álbum de sonido ochentero que quizás se aleja del sonido más enérgico del guitarrista en sus trabajos de los 70, pero que está cerca de lo que hizo con los Damn Yankees mencionados al principio, gracias a los que descubrí musicalmente a este tipo. Estoy por darle una nueva oportunidad y repasar su discografía.
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