Piltrafillas, el otro día vi junto a mi hija –bol de palomitas al microondas incluido– Spectre, la última entrega de la saga de James Bond, nuevamente con Sam Mendes a la dirección al igual que en la anterior Skyfall, comentada aquí. La historia que se nos cuenta en casi dos horas y media de metraje que, por lo menos para mi, no se hacen nada pesadas es la de un cansado y maduro Bond a la búsqueda del misterioso jefe de la organización criminal Spectre. Para ello no duda en ponerse en contra de su jefe directo –el nuevo M, interpretado por Ralph Fiennes tras la defunción Olivia Mansfield, su predecesora– y del mismísimo Comité de Inteligencia y Seguridad, dedicándose a recorrer el mundo sorteando numerosos peligros, participando en persecuciones –ya sea a los mandos de coches deportivos o aviones–, peleando a bordo de trenes o escapando indemne de grandes explosiones, en esta ocasión acompañado en gran parte de su viaje a traves del peligro por Madeleine Swann, la valiente hija de Mr. White, uno de sus enemigos. Al final –no desvelamos nada que no se sepa a priori, amigos–, James saldrá victorioso de su misión y recuperará el respeto de sus superiores, que tendrán que aceptar de nuevo que pese a su comportamiento, es un valor incuestionable del MI6 y su programa 00.
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