En Japón, las películas para mayores de 15 años se clasifican como R15. Así mismo, las no recomendadas para menores de 18 años tienen la clasificación R18. Pues bien, eso os da una idea de lo que significa el título de la que os voy a comentar ahora, R100. ¿Raro, verdad?, pues aún no habéis visto nada. Dirigida por Hitoshi Matsumoto, el argumento de la película nos cuenta como un vendedor en unos grandes almacenes –sección de muebles, para ser exactos– tiene una existencia gris y anodina al cuidado de su hijo pequeño y con una esposa en coma. En un intento por darle algo de emoción a su vida ingresa en un club de sadomasoquismo en el que existe una regla: no se puede cancelar la inscripción en un año. R100 comienza con el protagonista acompañado de una joven enfundada en una gabardina que le pega un patadón en la cara que ni Jean-Claude van Damme. Luego, ya en la calle, le tira escaleras abajo antes de mostrarnos la ropa interior de cuero que viste bajo la gabardina. Y es entonces cuando vemos como la cara del protagonista se distorsiona y nos damos cuenta de que, si pensábamos que R100 era extraña, lo puede ser mucho más. De hecho, esa distorsión facial se produce cada vez que nuestro amigo disfruta con el dolor... y la verdad es que ignoro su significado aún ahora. ¿Es un reflejo de felicidad infantil o un chiste privado de realizador?, ni idea amiguitos. Más tarde llegará una segunda humillación consistente en que una buenorra en ropa de cuero y cara de amargada le chafa los nigiri que se está comiendo en un restaurante. Total, que al principio el tipo está encantado con estas cosas que le pasan y que le hacen olvidar la triste vida que lleva, pero luego, cuando las chicas se le presentan en casa o en el trabajo, comienza a pensar que ya ha tenido bastante.
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